Es notoria la existencia de toda una serie de personalidades que, pese a destacar dentro del ámbito de la lengua española, manifiestan una sorprendente desafección hacia la Nación Española y su obra en la Historia y en el presente


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Sin duda una de las presencias más notables de la Nación Española en el mundo, más allá de los tópicos de la «Marca País» o «Marca España», es la cultura española que se encuentra repartida por varios continentes, principalmente en América, aquello que suele denominarse como Hispanidad. Para reconocer a quienes más han hecho por el cultivo de la lengua española, España ha instituido todo tipo de premios y certámenes. Sin duda, el más destacable de entre todos ellos es el Premio Cervantes de literatura. Este año el galardonado ha sido el escritor mejicano Fernando del Paso, de quien sin embargo pronto algunos medios de comunicación españoles, recuperaron unas significativas palabras del flamante premiado unos meses antes, en el mes de marzo, en el contexto de la recepción de otro premio, el denominado Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, en homenaje al escritor mejicano: «Te hablo José Emilio, desde luego en español, la lengua que nos fue impuesta a sangre y fuego por los conquistadores, y que ahora es tan tuya y mía, como lo es de cualquier habitante de España misma».

Semejante frase, si bien puede parecer sacada de contexto, sitúa a del Paso en el lugar de quienes se alinean en el discurso de la Leyenda Negra: para Fernando Del Paso el español es su lengua, como la de la propia España de la que proviene por origen, pero la adquisición de ese idioma tiene en su origen un pecado original: haber sido impuesta a sangre y fuego a los nativos americanos. Mucho nos tememos que el Ministro de Cultura español, Íñigo Méndez de Vigo, tendrá que prepararse por si le toca vivir otro mal trago como el que ya sufrió no hace mucho al entregar al cineasta Fernando Trueba el Premio Nacional de Cinematografía, que el director aceptó pero renegando al mismo tiempo de la Nación Española a la que pertenece y en cuyo ámbito ha desarrollado su talento. «Nunca me he sentido español. Ni cinco minutos de mi vida», le espetó al ministro, que en buena lógica cambió el sentido de su discurso de recepción al flamante premiado.

Pero no sólo Fernando Trueba o el actual Fernando del Paso son ejemplos del menosprecio o crítica a la cultura española, en la que sin embargo han despuntado y brillado con luz propia todo tipo de autores. No olvidemos las novelas del indescifrable guatemalteco Miguel Ángel Asturias, llenas de indigenismo y utilizadas por múltiples activistas como «prueba» del fabulado genocidio americano, o las palabras del chileno Pablo Neruda en su autobiografía, Confieso que he vivido, que dijo que a los españoles que llegaron a América «se les cayeron sus palabras», dando a entender que la recepción de la lengua española fue un hecho postizo y accidental a la propia realidad americana.

Tal podría decirse que si Freud habló del «malestar en la cultura», los casos de Neruda, Trueba o el reciente Premio Cervantes son ejemplos de verdadero «malestar en la cultura española», personajes que pese a destacar a diferentes niveles y escalas dentro del ámbito de difusión de la cultura española reniegan de esa misma cultura en la que han podido demostrar su talento y valía, como si hubiera que denostar la forma en la que se ha constituido. Como si un buen número de españoles e hispanoamericanos, por medio de un adoctrinamiento lleno de falsedades y tergiversaciones, se movieran en una desafección a lo español tal que se sintieran extrañados dentro de lo que son y deseasen ser otra cosa, o lamentasen que España y la Hispanidad no hubieran seguido otra vía distinta, quizás la inglesa o la francesa…

Mirando a la Historia de España y de América, habría que decir que ninguno de los tres mentados tiene razón alguna: Trueba, que se consideraba poco menos que «afrancesado», se equivocó al denostar a una España que fue la primera en derrotar a Napoleón y desarrolló en la Guerra de la Independencia su primera Constitución, sin copiar a los franceses que sólo ofrecieron una carta otorgada en Bayona; Neruda, que en su Canto General también dejó escritas buenas dosis de Leyenda Negra antiespañola, parece olvidar que él y sus compatriotas proceden genéticamente de esos malévolos conquistadores a quienes se les cayeron las palabras de la alforja…

Y ya nos dirá del Paso qué sentido tiene acordarse de una lengua «impuesta a sangre y fuego», cuando la propia historia nos desmiente ese hecho: los misioneros que cristianizaron a los indígenas americanos no pusieron mucho énfasis en que aprendieran en español, convencidos como estaban de que el Espíritu Santo tiene el don de lenguas y ninguna era más propicia que otra para difundir el Verbo Divino. Eso sí, el cultivo de las lenguas indígenas americanas siempre siguió el canon de la Gramática de la lengua española de Elio Antonio de Nebrija. Si hubiera que buscar alguna «imposición» de la lengua española habría que mirar a los tiempos de la independencia americana, cuando el hecho de ser ciudadano implicaba conocer el español, proclamada unánimemente lengua oficial de todas esas repúblicas hermanas.

Ni siquiera quienes hoy día, emulando a otra escala a los Neruda, Trueba o del Paso, reniegan de su españolidad para proclamarse indígenas, o en España para presumir de ser catalanes, vascos, &c., pueden encontrar en sus lenguas vernáculas o sus bailes regionales o variedades gastronómicas ninguna «seña de identidad» constitutiva de una cultura vasca o catalana opuesta a la española; a lo sumo, una serie de rasgos con los que intentar distinguirse de forma inútil, puesto que la cultura española ya se encuentra difundida a través de tan variados y pintorescos rasgos, tanto en la propia Nación Española como en los países hispanoamericanos. Realmente, quienes quieran dejar de ser españoles o dejar de hablar español, sólo tienen una opción: acoger la lengua inglesa que tanta pujanza muestra hoy en el mundo y que un buen número de necios y papanatas pretenden imponer a todos los niveles en España, como si el español fuera una lengua con el mismo número de hablantes que el noruego o el sueco, el catalán o el eusquera, el quechua o el guaraní.

Desde la Fundación Denaes hemos de censurar las negativas palabras que Fernando del Paso ha manifestado en otra ocasión, pero en el mismo contexto de la entrega de un premio literario, como el Premio Cervantes que se le ha otorgado recientemente. Carece de sentido que un escritor que ha engrandecido la lengua española y sea premiado en consecuencia, desprecie sin embargo de manera tan paradójica el idioma que tan bien cultiva, en nombre de unas ideas negrolegendarias tan oscuras como manipuladas. Un hecho tan lamentable como desgraciadamente habitual.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española