A lo largo de esta semana dos amenazas que tanto sobre la existencia como sobre la identidad de la Nación España se ciernen secularmente, el terrorismo separatista de ETA y el separatismo catalán, han copado la actualidad informativa


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No somos pocos los que recordamos con especial enojo cómo el denominado «fin de la violencia» de la banda terrorista ETA, perpetrado con interminables «diálogos» durante la doble legislatura del nefasto presidente socialista Rodríguez Zapatero (que al parecer se remontaban a los últimos años del gobierno de Aznar, esto es, desde la oposición el PSOE de Zapatero conspiró contra la Nación Española). Frente a quienes reclamábamos con la ley en la mano que a Zapatero se le juzgase por alta traición por negociar con quienes buscan la destrucción de la Nación Española, los adalides de semejantes pactos invocaban el famoso «ha estallado la paz» de la novela de José María Gironella.

Sin embargo, esta paz tan cacareada, desde la que se calumnió a las víctimas del terrorismo acusándoles de anidar en su ser un rencor infinito y, en consecuencia, «no querer la paz», tiene un sentido totalmente desajustado: no podía haber paz puesto que en el País Vasco jamás hubo «guerra», salvo en los delirios de los terroristas etarras: lo que hubo y aún hoy hay, puesto que ETA sigue estando activa y su amenaza latente aunque muy presente (recordemos las detenciones de la cúpula de ETA producidas esta misma semana en Francia) es una amenaza formal explícita sobre la existencia de la Nación Española, por la vía de un terrorismo procedimental que ha amedrentado durante décadas a un buen número de españoles, que o bien huyeron del País Vasco, Navarra y otros lugarse de España sin dejar señas, o bien aceptaron generosamente contribuir a la causa pagando el «impuesto revolucionario», convirtiéndose así en cómplices objetivos del secesionismo.

Aquel 21 de Octubre de 2011 en el que «estalló la paz», los miembros de nuestra partitocracia coronada celebraron casi unánimemente que la ETA se incorporase, tras casi cuatro décadas, al consenso democrático, esto es, que defendiesen su bastarda ideología antiespañola pero sin usar la violencia. Dan por supuesto así que las amenazas que representan a la Nación Española se verán fácilmente canalizadas o simplemente puestas en cuarentena por la concesión de un lugar bajo el sol de la legalidad democrática. Pero lo cierto es que semejante actitud esconde una amenaza latente contra España, que se manifiesta bajo la forma del panfilismo, el que permite existencia legal como partidos políticos de pleno derecho a sectas que buscan destruir la Nación Española que parasitan, quizás ya no con una secesión efectiva por la vía violenta, sino minando lentamente su identidad, vía inmersión lingüística en eusquera, catalán o cualquier otra lengua vernácula que se precie para la ocasión, vía manipulación de la Historia impartida en los centros de enseñanza públicos.

Sólo así se entienden hechos tan lamentables como los acaecidos en la festividad de La Merced, patrona de la ciudad de Barcelona, en la que el separatista de ERC, Alfredo Bosch, conocido por sus espectáculos en el Congreso de los Diputados, y hoy edil de la corporación barcelonesa, colgó en el balcón del Ayuntamiento de la Ciudad Condal la famosa bandera secesionista, la «estelada» (acto que fue considerado por el propio sedicioso como «un acto de libertad»), mientras que el edil del Partido Popular, Alberto Fernández Díaz, cuando fue a responder a semejante infamia haciendo ondear en justa réplica la bandera de España, fue impedido a hacerlo con total «libertad» nada menos que por el teniente de alcalde de la corporación, miembro de Ahora en Común, el profesor de Derecho de la Universidad de Barcelona Gerardo Pisarello, quien se justificó como suelen hacer los separatistas: para él fue «un acto republicano». No especificó a qué república se refería, puesto que la República Argentina de la que proviene el profesor queda ciertamente lejos. ¿Quizás a la «República Catalana» que fabulan los sediciosos? Más que probable.

Es fácil comprobar que estos lamentables hechos, hoy que termina la campaña electoral de los comicios autonómicos catalanes, considerados «plebiscitarios» por las sectas separatistas antiespañolas que forman coalición bajo el rótulo «Juntos por el Sí», se han convertido por desgracia en algo normal que muy pocos se atreven a replicar, ante la pasividad de las autoridades. Tanto la alcaldesa de Ahora en Común, Ada Colau, que ha manifestado en numerosas ocasiones su querencia por el separatismo, como el Presidente de la Generalidad, Arturo Mas, luciendo en el balcón con su habitual sonrisa cínica cada vez que se ultraja a los símbolos de la Nación Española, no manifestaron la más mínima preocupación por el acto de colocar una bandera sediciosa en el balcón del Ayuntamiento. Si acaso la alcaldesa lamentó que se intentase reventar un acto institucional de la ciudad de la que es regidora, pero para ella el hecho de «reventar» fue tanto obra de Bosch como de Fernández Díaz…

Preparémonos para la tarde noche del domingo, del tan ansiado 27 S, en el que los separatistas catalanes volverán a tomar las calles con sus símbolos sediciosos, suceda lo que suceda en las urnas, para reivindicar su «derecho a decidir», su declaración unilateral de independencia, su delirio separatista desde el que se consideran tan superiores al resto de españoles, que no dudan en manifestar a través de sus portavoces que ellos seguirán gozando de todas las ventajas de ser españoles, aunque declaren que han renacido como una nueva nación en la Europa de los Pueblos…

Desde las páginas de sus editoriales, la Fundación Denaes presenta su visión crítica sobre las amenazas que sufre la Nación Española; con este editorial en concreto queremos focalizar nuestra crítica no sólo en el intolerable acto de ultraje a nuestros símbolos que han protagonizado, tanto por su acción como por su omisión, los responsables políticos en la ciudad de Barcelona, sino también en la amenaza terrorista de ETA, que desde el panfilismo habitual de la clase política y los medios de comunicación se consideraba poco menos que ya superada.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.