Comas, al tiempo que reclamaba la necesidad de mantener inversiones en Defensa, ha recurrido hábilmente, para apoyar sus palabras, al nórdico ejemplo de Noruega, que ha establecido el servicio militar obligatorio para mujeres


El 31 de diciembre de 2001, el servicio militar obligatorio para varones españoles, la coloquialmente llamada «mili», fue suprimida por el Gobierno de José María Aznar. La medida venía a culminar un largo proceso ideológico –mili kk, ¡tanques sí, pero de cerveza!- que culminó en la implantación sociológica de lo que ha sido llamado síndrome del pacifismo fundamentalista, ideología que alcanzaría su momento cumbre, eliminada las levas de mozos, con los movimientos de rechazo concitados en torno al lema «¡No a la guerra!» que se lanzaron en 2003 contra ese mismo presidente abolicionista en el contexto de la invasión de Irak por parte de los ejércitos anglonorteamericanos.

Eliminada la obligatoriedad, el servicio militar se transformaría en una actividad profesional y, de este modo, la presencia de los asuntos bélicos perdía espacio público en una sociedad que había estado acostumbrada a la presencia visible de uniformes, siendo el del general Franco el más señalado, uniforme que también luciría Juan Carlos I y el mismo Felipe VI. Los tiempos habían cambiado, y tales indumentarias pasaron a un discreto segundo plano para regresar a la actualidad en momentos muy concretos tales como unos desfiles cada vez más menguados.

Más de una década después de la citada supresión, las apariciones de militares en la vida pública han sido prácticamente testimoniales, excepción hecha del caso de Mena, que saltó a la opinión pública el día 6 de enero de 2006 cuando, en la celebración de la Pascua Militar, sugirió la aplicación del artículo 8 de la Constitución Española, en relación con el nuevo Estatuto de Cataluña que discretamente preparaban el socialdemócrata José Luis Rodríguez Zapatero y Arturo Mas. La polémica por la apelación a tal artículo se saldaría con una sanción por parte del Ministro de Defensa, José Bono, tras la que finalmente Mena sería destituido como Jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra, en el Consejo de Ministros ordinario del viernes 13 de enero, a petición del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), Félix Sanz Roldán, quien había perdido confianza en su colega. La nueva ideología, además, imponía la eliminación de la palabra, «guerra», que debía ser sustituida por melifluos sintagmas: resolución de conflictos, misiones de paz… actividades todas ellas que debían ser bendecidas por la OTAN.

Desde entonces, acalladas las voces de la milicia, tan sólo hemos podido conocer episodios puntuales, desvinculados de los frentes de batalla, como el de la capitana Zaida Cantera, quien denunció a un coronel por acoso sexual y discriminación en el Ejército.

Recientemente se han conocido las manifestaciones del teniente general jefe del cuartel general terrestre de alta disponibilidad de la OTAN en Bétera, Rafael Comas, quien cree que sería positivo recuperar, convenientemente transformado, el servicio militar obligatorio en España. La propuesta, hecha pública durante una conferencia pronunciada en el Fórum Europa Tribuna Mediterránea, consistiría, según sus propias palabras, en al menos «dos mesecitos de mili», y tendría, al margen de la transmisión a los reclutas de las aptitudes propias de la actividad bélica, otros positivos efectos como son la convivencia entre gentes de diversas partes de España.

Comas, al tiempo que reclamaba la necesidad de mantener inversiones en Defensa, ha recurrido hábilmente, para apoyar sus palabras, al nórdico ejemplo de Noruega, que ha establecido el servicio militar obligatorio para mujeres.

En la Fundación DENAES somos plenamente conscientes de que, dado el ambiente ideológico dominante, las manifestaciones del teniente general Comas producen un enorme rechazo. No obstante, y al margen de la necesidad que toda sociedad política consolidada debe contar con una fuerza militar, la ola de panfilismo dominante no puede ignorar la realidad de unas amenazas formales, sobresaliendo entre ellas las del ISIS, ante las cuales debe tenerse dispuesta una posible reacción.

No nos parecen, por tanto, nada descabelladas estas reflexiones que, además de romper el cerco de silencio que se ha ido construyendo alrededor de las Fuerzas Armadas, podemos poner en sintonía con otros proyectos e iniciativas que deberían cuando menos sopesarse sin complejos ideológicos. Proyectos tales como los de articular organizaciones de ámbito nacional que obliguen a los jóvenes de ambos sexos a realizar funciones sociales, militares, policiales, en aras del fortalecimiento de la nación.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española