El último Debate sobre el Estado de la Nación de esta legislatura, además de constatar el diagnóstico habitual de la imposibilidad del diálogo o debate parlamentario, ha servido para comprobar la escasa presencia del problema de la Nación Española entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.


Esta semana tuvo lugar el último Debate sobre el Estado de la Nación, evento que suele presentarse como el cénit de la retórica parlamentaria, para lucimiento de los dos grandes partidos nacionales, que disponen de un buen período para exposición y réplica comparado con el de las fuerzas minoritarias. Como suele ser habitual, el presidente del gobierno en curso realiza una primera intervención laudatoria de su política, que al final de la primera sesión es diagnosticada por todos los grupos parlamentarios como «alejada de la realidad». Un verdadero ejemplo de cómo en las sesiones parlamentarias son imposibles tanto el debate como el diálogo, puesto que los diferentes discursos, en lugar de engranar unos con otros para rebatir argumentos, se limitan a superponerse para no engranar de ninguna manera entre sí. Nadie se mueve un milímetro de sus posiciones, abundando entre medias los insultos y las descalificaciones que para los periodistas del régimen convertirán los tediosos turnos en «apasionantes disputas».

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Acto seguido, la intervención del líder de la oposición, que este año ha resultado de especial virulencia, con gruesas descalificaciones entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en la posterior réplica. La vacuidad de Sánchez, que se estrenaba en este tipo de debates (en la que puede ser también su última intervención a tenor de las encuestas electorales), no resulta ya una sorpresa: frente al ilusionante discurso de Rajoy, basado única y exclusivamente en la tesis de que la recuperación económica está llegando y ello posibilitará al ejecutivo una serie de medidas que beneficiarán a los ciudadanos, Sánchez fue incapaz de presentar una sola alternativa.

Tal es la ecualización entre PSOE y PP en este aspecto: si los socialistas en tiempos de Zapatero comenzaron a subir todo tipo de cargas impositivas para recaudar más, los «populares» no han sido menos en este aspecto. Ni siquiera las alusiones de Sánchez a la corrupción dentro de las filas de su adversario se convirtieron en motivo de diferencia: no tardó Rajoy en responder aludiendo a los expresidentes andaluces Chaves y Griñán. La ecualización de ambos partidos en política económica no lo es tanto en el tema nacional, el de la Nación Española, gran ausente durante este Debate sobre el Estado de la Nación. Si del PSOE ya conocemos su firme dogma federal para España, que sería la firma de su disolución en pequeños estados que jamás volverían a agregarse entre sí, el PP simplemente se limita a contener y parchear la marea separatista, dejando las cosas como están en materia autonómica, sin tocar nada ni postular nuevas aventuras en el modelo de estado.

En este sentido, resulta curioso que el debate se centrara sobre el problema de la economía, que al fin y al cabo, una vez asumido que el Estado de las Autonomías no se toca, no tiene mayor misterio que seguir los dictados de nuestros socios de la UE, y tuviera que ser el miembro de una de esas sectas antiespañolas que detentan escaño en el parlamento, José Antonio Durán, el que aludiera al problema del seudorreferéndum del 9 N, criticando la falta de acción del ejecutivo incluso en el caso de que Arturo Mas hubiera proclamado la independencia. La respuesta de Rajoy no pudo ser más decepcionante: como si hubiera copiado el discurso de Alberto Rivera, el líder de Ciudadanos, aludió a la desaparición de fronteras en la Unión Europea donde nos encontramos inmersos, diciendo que la separación de Cataluña de España sería poner una nueva frontera. También desde otras sectas antiespañolas, como Amaiur, se insistió en echar de menos mención en el discurso de Rajoy al «proceso de paz» del País Vasco, otra parte pudenda de esta España corrompida donde se ha permitido la presencia de las marcas blancas del terrorismo nacionalista vasco a cambio de que no haya más muertos sobre la mesa…

Desde la Fundación Denaes no hemos sino de ver con tristeza el último Debate sobre el Estado de la Nación de esta legislatura, un evento que no fue ni debate, puesto que todo se redujo a un burdo guión repetido simiescamente una y otra vez, como la misma función representada siempre en el mismo escenario aunque haya diferentes actores cuyos discursos se superponen los unos a los otros sin engranar ninguno de ellos; ni tampoco hubo Nación en los contenidos de esos discursos más allá de los ataques de los partidos separatistas con asiento en el Congreso. Lo único certero de ese evento fue el estado de la Nación Española, verdaderamente preocupante.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española