La izquierda federalista une fuerzas para defender su causa, apelando a la unión y no a la unidad y a Europa como solución a los problemas de la Nación española


Barcelona tuvo que ser. La semana en curso se ha abierto con un magno acto que ha servido para presentar en la Ciudad Condal la declaración titulada: «Una España federal en una Europa federal», soteriológico objetivo para el cual sería necesaria una reforma de la Constitución actualmente vigente.

Celebrado en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, y organizado por Federalistas de Izquierdas, el acontecimiento ha contado con el destacado concurso de Nicolás Sartorius en representación de la Fundación Alternativas, y con las bendiciones del exministro socialdemócrata Ángel Gabilondo, quienes se han sumado entusiastas a lo que consideran un anhelo mayoritario de los españoles, al parecer más atormentados por el encaje de las diferentes regiones que por la situación económica que vive la nación.

20150126-10157395w.jpg

Sartorius y Gabilondo estuvieron arropados por un nutrido número de fideístas del federalismo -«no somos una minoría de ilusos tras un objetivo inviable», aseveró Sartorius- que vienen avalados por más de un millar de firmas de adhesión al enésimo manifiesto que trata de buscar soluciones a muchos de los problemas que artificiosamente se han ido creando en España en las últimas década gracias a las maniobras de los grupos hispanófobos siempre toleradas, cuando no alentadas, por los distintos gobiernos de la nación.

Arropados sobre todo por elementos socialdemócratas y catalanistas más o menos ardorosos, y con la presencia de la presidencia de Sociedad Civil Catalana, durante la ceremonia se vislumbró hasta qué punto son evidentes, hasta para los más miopes o beatíficos analistas del panorama nacional, las amenazas reales que constituyen el separatismo catalán y vasco amparado por nuestra democracia. Las alertas, en efecto, han sonado, pero sorprende todavía hasta qué punto los complejos ideológicos paralizan la acción de muchos actores políticos de la España actual.

Sirva como ejemplo la actitud del exministro socialista de Justicia, Francisco Caamaño, quien, dócil bajo el yugo del mito de la cultura, y obsesionado con el pluralismo identitario, ha confesado que: «El federalismo es una cultura que comporta una forma de vida. Soy federalista porque creo en la unión de los distintos. No creo en la unidad y sí en la unión». Unas manifestaciones que exhiben un verdadero caos terminológico y muestran hasta qué punto el corsé ideológico –el pavor a ser considerados de derechas por defender la unidad nacional- oprime a quienes han desarrollado importantes responsabilidades en la España autonómica.

El acto no sólo ha dejado declaraciones tan emotivas como alejadas de cualquier nefando inmovilismo, que con este epíteto de oscuras resonancias se despacha a quienes se distinguen por la defensa nacional, sino que también ha servido para plantear, por ejemplo, la tan manida reforma del Senado como cámara de representación territorial, y un así llamado «principio de ordinalidad» consistente en que ninguna comunidad autónoma se empobrezca debido a su solidaridad, o lo que es lo mismo, el blindaje de los privilegios siempre pretendido los nacionalistas periféricos asentados en las regiones españolas más favorecidas.

En DENAES somos conscientes de los muchos problemas que ha acarreado una Constitución redactada con calculada ambigüedad, ambigüedad que el manifiesto recoge al hablar de «nacionalidades», la necesaria para acomodar a los grupos separatistas que fueron fortaleciéndose durante el franquismo gracias, entre otros factores, a generosas financiaciones que iban en la dirección de constituir un bloque europeísta federal que sirviera para frenar el avance del comunismo realmente existente. Sin embargo, ello no impide que veamos, con meridiana claridad, la burda maniobra que se oculta tras los ecos federalizantes que se escuchan.

A estos reformistas, siempre útiles para el separatismo, cabe preguntarles qué sentido tiene la federación de un estado históricamente constituido hace siglos, pero también: ¿qué junturas políticas perciben para introducir el afilado bisturí que el federalismo se encargaría de suturar?

Por último, su apelación a ese mito llamado Europa como solución a los problemas de la Nación Española, muestra hasta qué punto están cautivos del de un mito que ahora desvela su verdadera faz, pues todo el mundo es consciente de que esta estructura político-económica sirve a intereses particularmente nacionales y, por lo que respecta a España, ha acarreado el desmantelamiento de su industria, convirtiendo previsiblemente a España en un país turístico al servicio de la sublime y mítica Europa.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española