Si algo que nos concierne a todos va a ser decidido por sólo una parte de los ciudadanos, la nación misma desaparecerá.
El presidente Zapatero anunció ayer el comienzo oficial del diálogo con ETA. En ese anuncio expresó una idea que coincide con una añeja reclamación de los terroristas: “El Gobierno respetará las decisiones que los ciudadanos vascos adopten libremente”. Como quiera que los ciudadanos vascos llevan treinta años adoptando decisiones libremente, sin otra coacción que las pistolas y bombas de ETA, hay que deducir que esa frase no alude a unas elecciones autonómicas, sino a un referéndum por la autodeterminación. Es decir, una de las exigencias de ETA.
Semejante declaración significa, lisa y llanamente, la evaporación de la soberanía nacional y su sustitución por soberanías parciales. La soberanía nacional se expresa a través de un imperativo muy concreto: que todos podamos decidir sobre aquello que nos concierne a todos. Pero si algo que nos concierne a todos, como es la integridad territorial de España, va a ser decidido por sólo una parte de los ciudadanos, entonces la soberanía nacional queda mutilada y, con ella, la nación misma desaparecerá. El presidente del Gobierno ha dejado a la nación española a los pies de los caballos. Es un error que no tardaremos en empezar a pagar.