Es claro que si quieren matar otra vez a Gregorio Ordóñez es, precisamente, porque, aunque su persona haya fallecido, el símbolo que su recuerdo configura está más vivo que nunca


IMAGE_00072.jpg

Unos malnacidos han vuelto a profanar la tumba de Gregorio Ordóñez. Una vez más se vuelve a repetir una historia que simboliza a la perfección el grado de abyección moral de los secesionistas, su falta de entendederas y la ausencia completa de sindéresis de la que hacen gala con estas acciones repugnantes. Son abyectos, porque su acción pretende, sin conseguirlo, herir a sus familiares y amigos; son estúpidos porque, con su inútil acción, no consiguen sino dejar bien clara la catadura moral que los distingue -y, de paso, la de los responsables políticos, que ordenaron que se limpiara la tumba de modo subrepticio, sin avisar siquiera a la familia; reconociendo, de facto, el carácter vergonzoso de estos actos- y no tienen luces, porque hay que ser muy cretino para amenazar de muerte a quien ya murió, asesinado en nombre de la ideología de los que ahora emborronan su tumba.

Es claro que si quieren matar otra vez a Gregorio Ordóñez es, precisamente, porque, aunque su persona haya fallecido, el símbolo que su recuerdo configura está más vivo que nunca, puesto que aquel asesinato determinó la trayectoria de muchas personas, que incorporaron, hicieron suyo, el proyecto que defendió Gregorio. En ellos sigue existiendo y a través de los españoles que no se resignan, que no sucumben a la cobardía de transigir con los delirios secesionistas, a cambio de su seguridad personal, se va abriendo paso la trascendencia de Gregorio, de Miguel Ángel y tantos cuantos cayeron víctimas del odio a España, alimentado por una ideología delirante y criminal.

No conseguirán amilanar, ni siquiera entristecer, a su familia y amigos, porque cada vez que atacan la tumba de Gregorio nos recuerdan que aún tenemos fuerzas, que nuestra posición sigue siendo sólida y que ellos, los terroristas y sus acólitos, están atrapados, como Sísifo, en una maldición circular en la que deben matar a la misma persona una y otra vez. Malditos.

En la arenga que Máximo, el general romano de la película Gladiador de Scott, dirige a sus tropas ante la batalla de Germania, el personaje interpretado por Russell Crowe grita: “Lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad”. Es justo reconocer que esa eternidad pertenece a Gregorio Ordóñez y a todos los héroes que han derramado su sangre en defensa de la Nación Española; y conforta pensar que así lo entienden hasta los cómplices de sus asesinos, empeñados una y otra vez en asesinar su eco. Volver a matar a Gregorio da santo y seña del lugar que ocupan unos y otros en la historia reciente de España: mientras éstos se revuelven en su propia inmundicia, aquél sigue siendo el símbolo de la resistencia de España a desaparecer. Gregorio Ordóñez sigue vivo. Lo saben y por eso quieren matarlo otra vez.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA