Lo más bochornoso y peligroso para la Nación es que ningún mandatario de nuestra delegación, empezando por nuestro presidente, fuese capaz de contrarrestar los ataques basados en la Leyenda negra


Lo ocurrido en la reciente sesión de clausura de la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile, nos parece preocupante no tanto por la trifulca que se montó como por los presupuestos ideológicos que se pusieron de manifiesto en las intervenciones de varios mandatarios políticos; y no sólo hispanoamericanos, sino también españoles.
Detrás de las descalificaciones utilizadas por Hugo Chávez contra el expresidente Aznar y las empresas españolas implantadas en diversos países hispanoamericanos, creemos que actúan presupuestos antiimperialistas y anticapitalistas en los que la claridad y la distinción brillan por su ausencia. Las declaraciones en las que se viene a equiparar al imperialismo de los Estados Unidos (entendido como meramente “depredador”) con el Imperio español (del que se llega a decir que fue “genocida”) o en las que se comparaba a Hitler con Aznar así lo demuestran.
Chávez y algunos de sus colegas no parecen entender las diferencias entre el imperialismo anglosajón y el imperialismo español (que no exterminó a los indígenas y ha permitido que algunos de sus descendientes, como Morales o él mismo, sean hoy presidentes de repúblicas hispanoamericanas). Tampoco parecen percibir, con imperdonable anacronismo, la distancia entre los reyes de la España imperial, que se desenvolvió en el Antiguo Régimen, y el rey de la España actual, aunque éste lo sea de una democracia capitalista. Y por si fuera poco Chávez compara —aunque sea con intenciones propagandísticas— a Hitler con Aznar, al que el presidente venezolano llama “fascista” porque, según nos cuenta, apoyó el golpe de Estado en el que se le quiso derrocar en abril de 2002. Como si todos los golpistas que en el mundo ha habido fueran “fascistas” o de “derechas” y soslayando, además, la forma en que Hitler accedió al poder y el apoyo popular de que gozó, mucho mayor que el alcanzando por el mismo Chávez.
De lo sucedido en la citada Cumbre no sólo debe preocuparnos, en fin, el hecho de que algunos dirigentes hispanoamericanos (incluido también el vicepresidente cubano Carlos Lage, aunque lejos éste de la verborrea propagandística del caudillo venezolano) sostengan una ideología indigenista cuya propaganda puede conducir a sus propios países a una situación de impotencia y retraso considerable en todos los órdenes, para regocijo de terceras potencias. Porque lo más bochornoso y peligroso para la Nación española es que ningún mandatario de nuestra delegación, empezando por nuestro presidente, fuese capaz de contrarrestar los ataques que, basados en la “Leyenda negra”, se han dirigido contra España y sus empresas, actuales o pretéritas. Dichas patrañas no sólo lastran el posible entendimiento entre los estados hispanoamericanos y el papel que pueda jugar España en el mismo sino que, sobre todo, perjudican la propia persistencia de la Nación española. Ahora bien, ¿cómo podemos esperar que defienda a España alguien que, como Zapatero, reniega de su historia real y considera que su patria es “la libertad”? ¿O acaso lo es Liberia?

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA