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A la espera de su XXXIX Congreso Federal, los días 17 y 18 del próximo mes de junio, estamos asistiendo ya al posicionamiento de los candidatos a la Secretaría General del PSOE en la arena política nacional. Seguramente, los militantes y simpatizantes del partido socialista se centrarán en el supuesto de que la convocatoria en mayo de unas elecciones primarias constituye la garantía más patente de una sensibilidad verdaderamente democrática, lo cual, sin duda será presentado como la seña de identidad más relevante ya no de la izquierda socialdemócrata sino de la izquierda por antonomasia. Al menos así es como se están enfocando las cosas, si nos atenemos a las opiniones que se reflejan en la prensa diaria jornada tras jornada.

Pero ni las llamadas elecciones primarias, por mucho que se las barnice con fundamentalismo democrático, son una garantía para la democracia —entendiendo el término con relación a la democracia realmente existente— ni el concepto de izquierda significa nada al margen de su definición con relación a una sociedad política históricamente determinada. Acaso sea, precisamente, ese anhelo enfermizo por apropiarse del rótulo «izquierda» con exclusividad, con relación al resto de las izquierdas políticas, lo que explicaría el gigantesco despiste de la socialdemocracia española con relación a la nación política.

Pues bien, si no se descubre ningún tapado más, parece que la pugna por la Secretaría General del PSOE se decidirá entre el expresidente del Congreso de los Diputados y exlehendakari del Gobierno Vasco, Patxi López, el exsecretario general del partido, Pedro Sánchez, y Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general de Partido Socialista de Andalucía. Mas lo que desde la perspectiva de DENAES cobra el máximo interés no es que de entre estas tres alternativas a la secretaría, resulte un candidato que permita estabilizar o serenar las aguas socialistas, suponiendo acaso una síntesis monotelista entre las distintas corrientes internas. Esto mismo ya comenzaría a ser sospechoso si tenemos en cuenta que el PSOE y el PSC funcionan como dos instituciones distintas fingiendo, para más inri, dos sensibilidades propias de sendas sociedades diferentes. En efecto, el hecho de que las «negociaciones» entre el PSOE y el PSC hayan hecho al PSOE comulgar con las ruedas de molino de tener que pasar por el trágala de favorecer la participación de la militancia del «socialismo catalán» —oscuridad de las oscuridades— en las futuras primarias desvela meridianamente en qué situación nos encontramos, máxime cuando los mismos responsables del PSOE hablan —sin reparar en la contradicción— del cordial ambiente con los hermanos del PSC. ¿Acaso alguno de los tres candidatos podrá ser considerado más distante respecto a los otros dos y con una concepción definida con relación a la nación española?, ¿no indican estos «pactos» y «negociaciones» con el socialismo catalán cómo se están escribiendo los renglones del programa socialista con relación al mal llamado «problema territorial»?

En este sentido, para DENAES, la actitud de Patxi López revela una estudiada ambigüedad. Porque si es cierto que ha manifestado públicamente y por escrito su posición con relación los desafíos del nacionalismo fraccionario, a nadie se le escapa que siempre lo hace acompañando sus afirmaciones de prólogos y epílogos sobre la «diferencia» o la «diversidad» totalmente excusables en otras circunstancias. De ahí que siempre nos quede la sospecha de que con López estaríamos ante un secretario general dispuesto a la ominosa venta de España con tal de arreglar la casa propia. Otro tanto cabe decir del defenestrado Pedro Sánchez, sobre todo después de que, tras el anuncio de su candidatura a la secretaría, se hicieran públicas unas supuestas negociaciones con el secesionismo catalán según las cuales habría acordado secretamente con ERC ciertas concesiones al independentismo —aunque bien es cierto que él mismo las ha negado—. No sabemos, por ahora, las líneas programáticas de la propuesta de Susana Díaz, porque a fecha de hoy ni siquiera ha presentado su candidatura. Pero conociendo las declaraciones de numerosos líderes y representantes socialistas, partidarios de una hoja de ruta orientada hacia el «federalismo», no cabe pensar sino que la perspectiva de la presidenta andaluza se inclinará hacia estas líneas políticas.

Siendo esto así, para DENAES el hecho de que haya tres candidaturas apostando por ocupar la secretaría general del PSOE no es garantía ni mucho menos de una mayor pluralidad, más democracia o una izquierda más genuina. En una cuestión tan decisiva como el desafío de los nacionalismos fraccionarios, lo que nos encontramos es una lógica según la cual la multiplicación de candidaturas nos revela la propiedad de la idempotencia política.