Animamos, pues, a este partido político a que aproveche la legislatura para encauzar sus disidencias y sus internas multiplicidades hacia una unidad fuerte, patriótica y, sobre todo, políticamente prudente que sea beneficiosa tanto para el partido como para la Nación en su totalidad.


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El ser se dice de muchas maneras, nos dice Aristóteles en su Metafísica. La realidad es una multiplicidad, en definitiva. Multiplicidad constitutiva y presente en toda unidad, como España, de ahí que hablar de «una España diversa y plural» no pase de una fórmula meramente retórica y formal. Una fórmula cargada de cinismo e ignorancia por parte de quien la emplea queriendo decir que España no es así ya, sino que hay que buscarla, que es necesario «un proyecto» común. Como si la nación más antigua de Europa pudiera resumirse en un «proyecto». Y en esta España por fin gobernada, tras tantas esperas y tentativas, el PSOE no es menos, pues es también una unidad que incluye en sí esa multiplicidad. El problema viene cuando la igualdad que une las diferencias, se resquebraja. ¿Corre peligro el PSOE de tal cosa?

Como pudieron ver los españoles, en la entrevista del domingo que el considerado periodista Jordi Évole hizo al dimitido Pedro Sánchez en el programa Salvados de La Sexta, el exdirigente del PSOE señaló la necesidad de escuchar a la militancia y refundar el partido. Cosa que, como se ha señalado en estas páginas más de una vez, ya ha ocurrido otras veces. La última gracias a los dólares estadounidenses y marcos alemanes.

A su vez, en dicha entrevista pudimos ver cómo Sánchez, en su evidente, acostumbrada y perniciosa confusión conceptual e ideológica habló de España como una –ininteligible– nación de naciones, de la necesidad de ciertos pactos, de tener en cuenta al nacionalismo y al partido no nacional Unidos Podemos y de sus intenciones de recorrer con su coche España –quizá para impregnarse del espíritu del pueblo–, con la intención de volver con un nuevo proyecto para el partido que tanto ama; presentándose con ello, de nuevo, para ser secretario general de su partido y, posteriormente, presidente del Gobierno de España. O sea, que su renuncia no es una rendición, es una retirada a tiempo para volver a dar batalla. Que Susana Díaz tome nota, no ha ganado aún.

Nos preguntamos, sin embargo, si todo lo ocurrido en el PSOE, con la destitución de Pedro Sánchez y consecuente abstención para el gobierno del PP mediante, no supone un peligro para la propia existencia del PSOE y de España, por ende, dada la importancia histórica y contemporánea de dicho partido para la Nación. Si la cacareada refundación del partido no se efectúa y las disidencias, disputas y movimientos internos y territoriales no conducen a un PSOE más fuerte, éste, como ha ocurrido tantas veces con tantos partidos, podría quedar muy maltrecho, cuando no disuelto. Quedando sus diputados a la deriva –aún más– y dando paso a otro peligro aun mayor para la Nación: Unidos Podemos. Si bien, si para algo es necesario el debilitado PSOE ahora mismo es para frenar el ascenso del populismo de Pablo Iglesias y compañía, así como para el ejercicio de una oposición sensata –no dejando que esto lo protagonice Podemos– que permita la gobernabilidad del país, dadas las a su vez disminuidas fuerzas del PP.

Desde la Fundación DENAES llamamos la atención, una vez más, sobre las diversas fuerzas que están jugando dentro del PSOE que, en cuanto partido político, es parte de la Nación y por tanto de interés para todos y, por supuesto, para esta Fundación. Animamos, pues, a este partido político a que aproveche la legislatura para encauzar sus disidencias y sus internas multiplicidades hacia una unidad fuerte, patriótica y, sobre todo, políticamente prudente que sea beneficiosa tanto para el partido como para la Nación en su totalidad.

Fundación para la Defensa de la Nación Española.