Desde la Fundación Denaes queremos recordar que todo ciudadano responsable y consecuente debe apoyar con firmeza, pero sin extremismos, la actitud de responder con la Ley y no con la violencia a las provocaciones de los que atacan a España


Lo peor que le pasa a España es que los ataques a su unidad y a su fortaleza como Nación no proceden de potencias extranjeras, como lo fueron en otros tiempos, cuando los forjadores de la “Leyenda Negra” acusaban a España de comportamientos recusables moralmente para aprovecharse de nuestras conquistas imperiales y tratar de desbaratarlas en provecho propio.

Hoy sucede algo insólito: son las propias instituciones del Estado, las que siembran en la ciudadanía el odio y la aversión a cuanto signifique unidad territorial, progreso moral y material y, en definitiva, fortaleza de la Nación, cuya unidad y vertebración están obligados por ley a respetar y sobre todo a fomentar, ya que el buen gobierno es eso y no otra cosa.

Llama poderosamente la atención el hecho de que ciertos Presidentes de Comunidades Autónomas, que son en ellas la más alta representación del Estado, arremetan contra el mismo y contra el Gobierno Central de la Nación, máxima autoridad política e institucional, esgrimiendo argumentos falaces y torticeros que, además, están apoyados en mentiras históricas, con las que quieren justificar actitudes impresentables y casi decir que delictivas, pues en la mayoría de los casos están haciendo apología del delito de secesión, sin que comportamientos tan penosos y lamentables obtengan otra condena que la refutación legal y no violenta de sus comportamientos por parte del Gobierno legítimamente constituido. Y no es porque falten voces dentro de la propia derecha que exijan actitudes más enérgicas, e incluso violentas.

Otra cosa absolutamente condenable es el comportamiento de los partidos políticos de una izquierda rancia y radicalizada y que proclamándose “progresistas” atacan a los fundamentos del Estado, queriendo asaltarlos por las buenas o por las malas, con la intención de apoderarse del gobierno para llevarnos a no sabemos qué situación. O mejor dicho, lo sabemos todos, por lo que parece ocioso analizar sus absurdas y demagógicas propuestas, tan peregrinas y ridículas por otra parte, como revivir la “lucha de clases”, que es algo que ya periclitó hace más de un siglo y que sumió a medio mundo en la más lamentable de las miserias.

Antes de terminar, detengámonos un momento en la violencia etarra, que aunque residual, aún pervive, como se demostró recientemente en los sucesos de Alsasua, que abochornan a cualquier persona de bien. Y cabe preguntarse: ¿Qué hace ante todo esto el Gobierno del Partido Popular?

Pues bien: una actitud enérgica, como algunos proponen, respondiendo a la violencia con la violencia, no haría más que agrandar el problema y, aunque el corazón y las vísceras piden acabar de una vez con los pandilleros políticos, los provocadores secesionistas y los que pretenden rodear el Congreso de los Diputados, para ganar en la calle lo que no ganaron en la urnas, la recta razón y la esencia de la democracia parlamentaria no puede hacer otra cosa que aplicar la ley con los métodos ortodoxos y racionales.

Ya sabemos que esta vía es más lenta y menos espectacular, pero la derecha, que siempre ha sido más civilizada y más cumplidora de las leyes que la izquierda, no debe de responder a las plebeyas provocaciones de una izquierda soez, ni de unos nacionalismos impresentables, con los mismos métodos, porque ello sería igualarse a la barbarie populista por un lado y a la traición antiespañola y antidemocrática por el otro.

Así pues, desde la Fundación Denaes queremos recordar que todo ciudadano responsable y consecuente debe apoyar con firmeza, pero sin extremismos, la actitud de responder con la Ley y no con la violencia a las provocaciones de los que atacan a España. Así parece que lo hace al Partido Popular, confiemos en que no caiga jamás en la trampa de ser considerado igual de irresponsable que sus sediciosos oponentes.

Fundación para la Defensa de la Nación Española