Un desconocido español mantiene en el balcón de su vivienda de la localidad barcelonesa de Vic una bandera española, pese a que en el lugar impera el separatismo catalán más extremo, que no tiene reparo alguno en humillarle de múltiples maneras


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La ciudad de Vic, de apenas cuarenta mil habitantes, es un ejemplo de las peculiaridades que impone el separatismo catalán allá donde impera. Hace veinticinco años, cumplidos recientemente, la banda terrorista separatista ETA provocó un brutal atentado terrorista en la casa cuartel de la Guardia Civil instalada en la localidad, con el resultado de diez muertos, cinco de ellos niños, y cuarenta heridos, la mayoría familiares de los agentes de la Benemérita que convivían en el lugar. Todo gracias a la connivencia del terrorismo separatista catalán de Tierra Libre, que facilitó el crimen (uno de los miembros del denominado Comando Barcelona, Juan Carlos Monteagudo, pertenecía también a la organización terrorista separatista catalana), con vistas a boicotear los inminentes Juegos Olímpicos a celebrar en Barcelona en el año 1992.

Hoy día, Vic sigue siendo uno de los feudos del separatismo en una provincia, Barcelona, donde la inmersión lingüística en lengua vernácula no ha sido especialmente exitosa, dado el gran número de trabajadores llegados de otras partes de la Nación Española que residen en el lugar. Sin embargo, el municipio, gobernado por la hoy refundada Convergencia con el apoyo del cada vez más desnortado PSC, sin representación alguna de fuerzas que combaten el separatismo como Ciudadanos o el Partido Popular, es testigo de una proliferación cada vez mayor de banderas separatistas «esteladas», luciendo en todos y cada uno de los espacios públicos de la localidad, así como en centenares de domicilios de particulares; por supuesto, en el balcón del ayuntamiento de este municipio barcelonés no luce la bandera española, adherido como se encuentra al grupo de entidades locales que apoyan la independencia de Cataluña, así como a cualquiera de las numerosas asociaciones, plataformas, o entidades que engrosan la sedición a todos los niveles en Cataluña.

Sin embargo, un ciudadano residente en la localidad, cuyo nombre no ha trascendido porque desea que se mantenga en el anonimato, decidió un día colgar del balcón de su vivienda la bandera maldita, la de la Nación Española, como se ha puesto de moda en cualquier lugar de nuestra geografía nacional cada vez que nuestros deportistas logran un hito importante; algunos la dejan de forma perenne, contra viento y marea, caiga quien caiga. Nuestro desconocido protagonista de este editorial no esperó a ningún éxito del deporte español para presumir de rojigualda; simplemente un día, ante el hartazgo que le producía la exhibición impúdica de sentimientos antiespañoles en su municipio, decidió responder con el sentimiento común a toda nuestra Nación, el de exhibir nuestra enseña nacional.

Como es obvio, semejante «extravagancia», y más aún en una localidad no especialmente poblada, pronto se convirtió en la noticia del lugar, y este silencioso héroe español concitó todo el odio que los sediciosos pueden exhibir. Así, los separatistas catalanes de Vic periódicamente lanzan huevos podridos y pintura contra el balcón de su vivienda, con el objetivo de dañar la bandera española que sigue luciendo en su fachada.

Además, se produce la circunstancia de que este hecho, contumaz y prolongado en el tiempo, fue valorado por los vecinos de la localidad en diversas fases. Primero, el desconocido residente vivía tranquilo, sin aparentes problemas. Algunos vecinos le apoyaban en privado, sin que se supiera en todo el pueblo, por su valentía ante la constante presión separatista en Vic. Incluso otros vecinos, partidarios del separatismo, reconocían el coraje del protagonista de este editorial, su determinación y por supuesto el valor para salirse de la opinión imperante en público en el municipio. Bien es sabido que un pueblo pequeño puede convertirse en un infierno grande cuando alguien decide salirse del marco establecido y aceptado por todos…

Sin embargo, la admiración inicial fue cediendo a la incomprensión e intolerancia lógicos de quienes aspiran, ya sea ahora, ya sea en los cansinos dieciocho meses de plazo o en un futuro indefinido, a segregar la autonomía catalana de la soberanía española, y las humillaciones contra el heroico y desconocido vecino no se hicieron esperar más: los huevos podridos, la pintura y todo tipo de sustancias corrompidas son arrojadas periódicamente contra la fachada de su vivienda, contra el balcón donde luce la bandera española que el ayuntamiento de la localidad, gobernado por los sediciosos, se niega a exhibir como manda la legalidad vigente en España y en cualquier nación que se precie de serlo.

Justo ahora que el proceso separatista se encuentra en sus horas más bajas, producto de la cobardía congénita de los separatistas catalanes, incapaces de afrontar la realidad de que seguir por la senda de la sedición supone situarse fuera de la ley, estos pusilánimes aprovechan la pequeñez de ciertos municipios catalanes, para exhibir la fuerza que se les va por la boca cuando se trata de enfrentar al Gobierno de la Nación Española. Cuatro años van en los que las esteladas lucen en todo su esplendor en Vic, al calor del proceso separatista que Convergencia inició para conseguir nuevas prebendas del Gobierno de España, y estas enseñas que representan diversas formas de corrupción democrática, como el «derecho a decidir» o la eufemística «desconexión» de la Nación Española, comienzan a languidecer en la misma medida en que envejecen los colores de semejantes trapos sediciosos, por el calor del sol y los daños que provocan los elementos meteorológicos.

Nuestro héroe desconocido no cede a la presión. Aunque esta semana los sediciosos incrementaron su violencia contra la solitaria bandera española, manchando las persianas de la vivienda y el suelo del balcón con pintura y huevos podridos como nunca antes se había visto, la bandera española, proscrita en Vic, sigue en la ventana del osado catalán y español que la luce con orgullo, congratulado de la solidaridad de algunos de sus vecinos y ajeno a quienes ni le hablan ni le miran.

Desde la Fundación Denaes saludamos a este héroe español desconocido, uno de tantos catalanes que no dudan de su españolidad, y que ante la dejadez de nuestras autoridades no dudan en arriesgar lo poco que tienen para defender la Nación Española, con gestos tan palmarios como mostrar a sus convecinos la enseña nacional allí donde el separatismo la ha proscrito. Desde estas líneas le enviamos mucho ánimo para resistir a una presión, la de los sediciosos, difícil de soportar cuando se trata de pequeñas localidades donde los separatistas pueden imponer su ley sin temor a represalias.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española