El escritor y flamante Académico de la Lengua, Félix de Azúa, se ha caracterizado recientemente por sus declaraciones en contra de la deriva separatista en Cataluña y en consecuencia en defensa de la Nación Española


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Generalmente, cuando desde estos editoriales alertamos sobre las amenazas que a diario vierten los sediciosos contra nuestra Nación, solemos centrar nuestras críticas contra aquellos “intelectuales” que, bajo la falsa apariencia de un compromiso con la crítica, simplemente se dedican a justificar el actual orden de cosas existente, a defender todas las amenazas.

Sin embargo, queremos traer hoy a estas líneas a otra forma de intelectual, a un hombre de letras que ha manifestado el sentir de muchos españoles respecto a lo que sucede en la Nación Española: el progreso de una serie de sectas que buscan cuartear la patria común de los españoles, especialmente en lo que se refiere a su destrucción de la identidad que les es común, tanto en la escuela pública como en otros ámbitos de la vida cotidiana.

Nos referimos, en este caso particular, a Don Félix de Azúa, nacido en 1944 en Barcelona y vinculado a los aires de cambio que se respiraban en el final del franquismo en esa región de nuestra España, hoy día reflejo del desencanto de tantos españoles al final de una Transición democrática que ha convertido a la propia Nación Española en un problema. Pese a doctorarse en Filosofía, Azúa siguió el camino de la literatura, considerándosele parte de la denominada generación de los novísimos poetas españoles. Tras diversas colaboraciones en el mundo universitario y en el institucional en el extranjero (fue director del Instituto Cervantes en París durante los años 1993 a 1995), recientemente ha tomado posesión del sillón H que le correspondía como Académico de la Lengua.

En su discurso no ahorró epítetos a la hora de sentenciar sobre la compleja situación que vive España en lo referente al cuidado de su lengua común, el español. Señalando directamente hacia la enseñanza pública en Cataluña, afirmó literalmente que la educación en esa autonomía española “se encuentra en manos de talibanes”. Nada más exacto, puesto que no merecen otro calificativo quienes han consagrado su existencia a proscribir la lengua española de las aulas en Cataluña, bajo el argumento de que se trata de una lengua postiza, impuesta, propia de inmigrantes y otras barbaridades de las que hemos dado cuenta recientemente en estas líneas. También ha destacado que en Cataluña se tiene al resto de España como “enemigo” y en esas aulas regentadas por talibanes se enseña a los imberbes alumnos a odiar a ese enemigo. Tal cual.

Como no podía ser de otra manera, Azúa, que ya en su día manifestó su preocupación por la deriva separatista en Cataluña participando en la plataforma donde personalidades como Alberto Boadella o Arcadio Espada cimentaron las bases del actual partido político Ciudadanos, ha sufrido la constante descalificación de diversos sectores del separatismo catalán. Así, han sido tres escritores separatistas, que responden a los nombres de Salvador y Jorge Aviá, así como Juan Marcos Pasada, han publicado recientemente en la Editorial Viena un libro titulado «Perlas catalanas. Tres siglos de colaboracionistas», donde caracterizan a Félix de Azúa como “acorazado del nacionalismo y la pseudoizquierda española”. Evidentemente, del nacionalismo español, el de la Nación Española como nación canónica y con pleno reconocimiento internacional, que para estos singulares impostores es malévolo frente al bondadoso nacionalismo fraccionario catalán, que apelan a una nación que a día de hoy no existe más allá de sus delirios identitarios.

Azúa, que tampoco ha dudado en llamar a las cosas por su nombre al respecto de diversos representantes de la denominada “nueva política”, habiéndosele tachado de “machista” por dejar en evidencia la nula formación que personajes como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, atesoran para ostentar semejante cargo, se convierte así en un verdadero intelectual al servicio de la causa de la Nación Española, un hombre que no ha dudado en manifestarse sin duda víctima de su desencanto con las viejas ideas de una izquierda ya caduca y trasnochada, pero también consciente de que la ideología ambiente ha favorecido un clima de adormecimiento en toda España en lo referente al separatismo, y es necesario que se produzca un revulsivo, un verdadero despertador para una ciudadanía profundamente dormida y que pocas veces ha sabido comprender la naturaleza de la amenaza.

Azúa, además, no es una persona a la que quepa tachar de partidista, puesto que en sus críticas más recientes no sólo ha hecho escarnio de la vacuidad retórica de Pablo Iglesias Turrión, de quien señala con acierto que siempre que cita a algún clásico lo hace rematadamente mal, sino también al actual presidente del gobierno en funciones, Mariano Rajoy. Asimismo, ha confesado que él nunca tuvo ningún problema en hablar catalán cuando la ocasión lo requería, pero que en cuanto esa lengua se convirtió en una imposición legal, dejó de existir totalmente para él. Ya sólo se expresó en la lengua común de toda la Nación Española, el español. Esa misma lengua de la que Azúa destaca sus 500 millones de hablantes y que, desgraciadamente, las autoridades españolas no se toman en serio según su propia confesión.

Desde la Fundación Denaes destacamos las recientes declaraciones de Félix de Azúa, como parte de un revulsivo necesario para que la Nación Española despierte del marasmo en el que la ideología ambiente la ha sumergido. Bienvenidas sean las crudas afirmaciones del Académico de la Lengua, si así al menos se consigue llamar a las cosas por su nombre y se invierte la tendencia que el lenguaje corrompido de la corrección política, permitiendo la impunidad a quienes aspiran a destruir la unidad y la identidad de la Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.