Nada agradaría más a la Fundación DENAES que ver a los sediciosos, de los que Mas es un ejemplo palmario, pagar por sus delitos


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«Por higiene democrática, a España le correspondería retirar la acusación por el 9-N». De tal calibre ha sido el último desahogo de Arturo Mas, uno de los principales cabecillas de la secta catalanista en su versión trajeada y burguesa.

En una más de las infinitas maniobras oportunistas que tales facciones tienen como método, el expresidente de la Generalitad ha deslizado tan inaceptable propuesta con el fin de chantajear a un PSOE cuyo líder, Pedro Sánchez, se lo juega todo: o presidencia del Gobierno o retirada, acaso dorada como eurodiputado, de la primera línea del partido hegemónico del vigente periodo constitucional.

Sencillamente, Mas, consciente de las debilidades de unos partidos que se dicen nacionales y ceden ante cualquier posibilidad de acceder a los principales curules de la Nación, desliza tal propuesta como condición para que su partido favorezca la investidura de Pedro Sánchez. En su secular doblez, don Arturo no ha tenido pudor alguno a la hora de apelar al fundamentalismo democrático que aqueja a grandes áreas de la sociedad española. Ello explica que arguya, como defensa, que «sería delirante y vergonzoso que se condene a personas por poner las urnas». O lo que es lo mismo, los argumentos para su pretendida defensa serían precisamente los hechos por los cuales se le acusa: la celebración de un referéndum ilegal que, aunque Rajoy se hartó de decir que nunca se llevaría a cabo, lo cierto es que se celebró sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlo, y sin que la dócil «sociedad civil catalana» opusiera la mínima resistencia, excepción hecha de honrosas y casi heroicas excepciones como la de la directora de instituto, doña Dolores Agenjo.

En definitiva, la oportunista estrategia de Mas, que junto con sus secuaces, Juana Ortega e Irene Rigau tiene una causa abierta en el TSJC por desobediencia al Tribunal Constitucional, no es en absoluto descabellada, pues la experiencia nos dice que es común en los aspirantes a La Moncloa mirar para otro lado cuando de tales cuestiones se trata, cuando de negociar con los sediciosos, en definitiva, se trata. El habitual cortoplacismo de tales políticos, con la ambición por distintivo, hace posible el éxito de los catalanistas, a quienes, no olvidemos, Sánchez ha hecho ya significativos guiños en un Senado, del que el PP no ha erradicado los estúpidos pinganillos dialectales, que el político madrileño pretende llevar a Barcelona.

En tal contexto, un Mas que no se resigna a permanecer en un segundo plano -se dice que trabaja para tratar de armar un nuevo partido del que él sería, naturalmente, la máxima figura-, ni menos aún, a pagar por su corrupta trayectoria, trata de desplazar su caso a un terreno ajeno a las togas, a ese que los profesionales del asunto llaman «la política», o lo que es lo mismo, a un campo marcado por el chalaneo y los intereses personales y partitocráticos que nada tiene que ver con la siempre invocada «voluntad popular».

No acaban ahí las escaramuzas de este desleal elemento siempre cercano al poder y los dineros. Consciente de la excelente posición que ocupan aquellos miembros de la estructura clientelar al servicio del catalanismo, se ha ofrecido a Puigdemont para ayudar, puntualmente, en lo que denomina «diplomacia internacional paralela», o lo que es lo mismo, en esa sedicente y sediciosa red conocida, en flagrante concesión léxica e institucional, como «embajadas catalanas» cuyo número se pretende ampliar por parte de una casta política incapaz de hacer frente a pagos por servicios ciudadanos inexcusables tales como el de las farmacias.

Nada agradaría más a la Fundación DENAES que ver a los sediciosos, de los que Mas es un ejemplo palmario, pagar por sus delitos, sin embargo, somos plenamente consciente de la escasa talla de los políticos que se presentan como representantes de la Nación, de la única, es decir, de España. Por ello, recelamos del rumbo que pueda tener la causa abierta contra don Arturo, pues no sería la primera vez que las togas se emponzoñan con el polvo del camino que conduce al poder, ese que tanto ansía el líder socialdemócrata, Pedro Sánchez, distinguido por una enorme dosis de revanchismo y sectarismo que le lleva a aplicar un cordón sanitario sobre el Partido Popular, formación que ha recibido más de siete millones de votos de españoles. Si su actitud es ya lo suficientemente alarmante, no lo es menos un punto programático una y otra vez invocado por el madrileño: su proyecto de una España federal que en absoluto chocaría con consultas de carácter regional, en su caso ya nacional, como la que celebró el aseado sedicioso que responde al nombre de Arturo Mas.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española