La forma sectaria en la que el Ayuntamiento de Madrid, dirigido por Podemos, está arrancando placas y monumentos invocando la Ley de Memoria Histórica, viene acompañada de la glorificación de enemigos de la Nación Española en otros lugares de nuestra geografía nacional

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Pareciera que el intento del nefasto gobierno de Rodríguez Zapatero de implantar una «memoria histórica común» (en realidad, la interpretación sectaria de la Historia de España acuñada por él mismo) por ley, que se perpetró en el año 2007, hubiera pasado, de forma literal, «al olvido»: la presunta exaltación del régimen franquista que se atribuía de manera absolutamente tendenciosa a nombres de calles, placas o monumentos que dejaban constancia de hechos históricos (independientemente de las coordenadas ideológicas que se invoquen), había ido quedando sepultada durante los años de gobierno del Partido Popular, tras siete años de desgobierno socialista de España.

Sin embargo, la irrupción de lo que desafortunadamente denominan los medios de comunicación como «nueva política» (cuando no es más que una parodia de la «vieja política», con todos sus defectos exponencialmente exagerados), ha traído la vuelta a la actualidad de esa confusa «memoria histórica». Concretamente, el Ayuntamiento de Madrid ha recuperado esa tendencia a borrar el pasado de nuestra Nación, no sólo quitando nombres de calles, sino incluso arrancando, sin previo aviso alguno, monumentos cuya última decisión recae sobre su dueño legal, que no es el propio gobierno municipal, sino la sección de Patrimonio integrada dentro del Ministerio de Cultura de la Nación Española.

Así, esta «nueva política» que consiste en ser igual que la vieja pero peor, la que encarna la marca blanca del partido no nacional Podemos en Madrid, Ahora Madrid, ha removido numerosos nombres de las calles de la Villa y Corte; muchos de ellos que nada tienen que ver por cierto con la Guerra Civil ni la exaltación del franquismo. Tal es el caso de Pedro Muñoz Seca, dramaturgo autor de La venganza de Don Mendo y vilmente asesinado por el Frente Popular en Paracuellos del Jarama en 1936, pese a ser ajeno totalmente al franquismo; o el del político Juan Vázquez de Mella (fallecido en 1928), promotor del derecho al voto femenino, que son sustituidos de forma sectaria y acrítica por los de un Pedro Zerolo, de discutibles cuando no nulos méritos fuera de la ideología que el premiado y los concejales de Ahora Madrid comparten.

Recientemente, se han añadido a la lista negra otros, como el de José Calvo Sotelo, que fue Ministro de Economía, compartiendo lugar con varios dirigentes del PSOE como Francisco Largo Caballero o Julián Besteiro, en varios gobiernos de la dictadura de Primo de Rivera; se produce en este caso la paradoja histórica de que, cuando llegó la Segunda República a España en 1931, los socialistas, bien asentados en el gobierno provisional, promovieron una moción para encarcelar ¡a quienes habían colaborado con la dictadura de Primo de Rivera!

Por supuesto, no fueron los socialistas los perseguidos, sino gente como Calvo Sotelo, quien hubo de exiliarse, para volver años después, tras haber sido abortado el golpe de estado contra la República liderado por Francisco Largo Caballero y el PSOE en 1934, y convertirse, por su brío y energía, en verdadero líder de la oposición parlamentaria. Tanto fue así, que dos guardaespaldas del socialista Indalecio Prieto, conocidos pistoleros a sueldo como Luis Cuenca y Fernando Condés, fueron los que le sacaron de su casa un 12 de Julio de 1936, y en el trayecto en automóvil donde le conducían a un lugar no definido, le descerrajaron varios tiros en la nuca que acabaron con su vida. El gobierno municipal de Manuela Carmena, sin explicar la relación de Calvo Sotelo con la Guerra Civil iniciada el 18 de Julio de 1936, ha tenido a bien volver a asesinar, esta vez en efigie, al político gallego…

Pero estos efectos del sectarismo de Podemos, herederos directos del más nefasto zapaterismo y de la quiebra de la enseñanza en la Nación Española, no tendrían el mismo significado si no fuera porque también en otros lugares de España se reescribe literalmente la Historia. Tal es el caso de lo que sucede en Navarra, donde el gobierno separatista de Paloma Barkos, sostenido por Podemos, celebra que las calles de las ciudades navarras estén plagadas de placas que homenajean a destacados separatistas, enemigos declarados de la Nación Española, como es el caso del escritor Arturo Campion, a quien se le atribuye la sentencia (además apócrifa) que considera la lengua española un yugo impuesto sobre el pueblo que él denominaba, en consonancia con el racista Sabino Arana, como euskaldún….

Así que a los patéticos e indoctos miembros de la «nueva política», en su intento ridículo pero peligroso de «borrar el pasado» de la Nación Española y reescribir la Historia, se suman alegremente «en confluencia» con ellos las sectas separatistas, aprovechando el vacío que han dejado en nuestras calles las sectarias leyes del zapaterismo. Como bien sabemos, estas ideas de borrar el pasado no prenden con tanta facilidad en el resto del mundo. Más bien semejantes intentos serían considerados alta traición y provocaría verdadero escándalo o incluso desobediencia civil; Esta manipulación histórica, además invocada en nombre de una memoria totalmente impropia, pues la Historia nada tiene que ver con la memoria individual y sí con el raciocinio del que parecen carecer los perpetradores de estas barbaridades, que si fueran mínimamente honestos llamarían ideología, y entonces sería cuando menos ya no aceptable pero sí mínimamente reconocible.

Desde la Fundación Denaes contemplamos con verdadero horror la impunidad y la prevaricación, con la que los miembros de esta «nueva política» destruyen y eliminan cualquier vestigio histórico de la Nación Española que ellos consideren, desde su interpretación absolutamente indocta y torticera de la Historia, como «franquista», en nombre además de una presunta y fantasmagórica «memoria histórica común» que no cabe reconocer más que como una vulgar corrupción ideológica de lo que es la verdadera historiografía. Lo cual se verifica cuando contemplamos cómo muchos de los personajes históricos que contribuyeron a desencadenar la Guerra Civil de la que salió Franco victorioso, como Francisco Largo Caballero, mantienen intactos sus nombres en los callejeros. Sin embargo, nuestra estupefacción aumenta de grado al verificar que las placas de notorios enemigos de la Nación Española, promotores de las sectas separatistas que amenazan secularmente a España, mantienen e incluso aumentan su lugar en los callejeros y entre los monumentos de nuestro patrimonio nacional. Urge que semejante dislate sea corregido, así como los nefastos efectos de este sectarismo ideológico.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.