El rey Felipe VI propone a Sánchez para intentar formar gobierno

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Mes y medio después de la celebración de las Elecciones Generales, España permanece todavía bajo un gobierno en funciones, el del Partido Popular presidido por Mariano Rajoy, grupo que ganó los comicios y que dejó aprobados unos Presupuestos Generales del Estado que al menos permiten que en este tiempo de entrevotaciones la maquinaria estatal siga funcionando de manera razonable durante un tiempo.

En este período, hemos ya asistido a innumerables escaramuzas desarrolladas a menudo lejos de esos focos que los nuevos adanistas políticas, también implicados en maniobras oscuras, tanto reclamaban antes de pisar la moqueta. Son esos mismos puristas de la democracia asamblearia los que han hecho público, a través de las redes sociales a las que tanto deben, un diseño de gobierno de España que dejaría en sus manos las áreas de poder más potentes de la nación. Junto a las principales figuras de la casta podemita de Somosaguas figurarían los hombres más próximos a Pedro Sánchez Castejón, presencia la de estos sujetos dentro de tal gobierno que entendemos como mera adulación a unos individuos que acaso nunca soñaron llegar tan alto como el célebre tuit maño, ya retirado, ha señalado.

En este contexto, Felipe VI ha celebrado una segunda ronda de conversaciones con los principales representantes de los partidos políticos, incluidos, como viene siendo habitual en estricta aplicación del «hablando se entiende la gente», los secesionistas. Las regias conversaciones han arrojado la propuesta, por parte del Rey, a Pedro Sánchez para que trate de formar gobierno. La reacción de este no se ha hecho esperar, si bien Sánchez ha manifestado que necesitará entre tres semanas y un mes para negociar los votos necesarios para su investidura como Presidente del Gobierno.

La prórroga reclamada por el socialista muestra a las claras hasta qué punto Sánchez, totalmente determinado por su visceral sectarismo antiPP y su maniqueísmo izquierda/derecha, carece de acuerdos con las principales fuerzas políticas españolas, de las que excluye nada menos que a un Partido Popular que obtuvo más de siete millones de votos. En tan apremiante circunstancia, Sánchez podría ofrecer determinadas prebendas a esos mismos separatistas que siempre han sido conscientes de que con tal político en La Moncloa serían más asequibles sus objetivos balcanizantes. No en vano Sánchez, obsesionado con transformar a España en un estado federal que blindara la desigualdad entre ciudadanos, ha sido siempre su apuesta, en contraste con un Rajoy firme ante tales aspiraciones y cercado por una reedición del Pacto del Tinell a escala nacional.

Urge, sin embargo, serenarse, pues no conviene perder de vista que los partidos que operan en la actual democracia española coronada, grandes responsables de la crisis en la que España lleva tanto tiempo instalada, tienen intereses internos al menos tan poderosos como los que tienen que ver con el gobierno de la cosa pública. Y es precisamente ahí donde pretendemos colocar nuestro foco.

Desde la Fundación DENAES somos plenamente conscientes de que los equilibrios internos de los partidos, sus tensiones internas, tienen un reflejo sobre las acciones y pactos de gobierno, un reflejo que lleva incluso a tratar de reproducir en la Nación la propia estructura de sus organizaciones. Es precisamente ahí, en la turbia lucha entre los partidos, tanto en su aspecto interno como en la lucha entre ellos, donde hemos de incorporar no sólo el bochornoso espectáculo de un contingente de políticos del PP imputados por su hedionda corrupción ilegal, sino, sobre todo, las recientes filtraciones que han surgido del seno del Comité Federal socialista.

Es en dichas grabaciones donde quizá debiera ver Sánchez los principales obstáculos de cara a ocupar La Moncloa. Conscientes de que ceder ante esos independentistas a los que Sánchez ha hecho más que guiños –recuérdese la cesión de plazas en el Senado o sus veleidades con el PNV- podría suponer la pérdida de territorios históricos para el PSOE, los llamados «barones» mostraron serias objeciones a las ansias de Sánchez, quien se envolvió en el fundamentalismo democrático para desviar la responsabilidad en la militancia socialista. Pese a todo, las discrepancias internas aireadas en los medios de comunicación obligan a Sánchez a mantener sus negociaciones en un terreno mucho más reducido del que quisiera.

Así las cosas, nos encontramos ante un mes en el que veremos hasta qué punto Sánchez es capaz de poner en almoneda a España con el único propósito de no desaparecer del mapa político. Si las fuerzas políticas existentes mantuvieran las posiciones que han manifestado, con vetos continuos de unos contra otros, pudiéramos estar ante un tiempo que no sería más que un mero periodo preelectoral del que ya se perciben gestos y maneras más propios de una campaña electoral que de la conformación de un Gobierno que sea capaz de dotar a España de la necesaria estabilidad frente a los muchas amenazas de que es objeto.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española