Mientras que en la Nación Española se ha permitido e incluso financiado durante décadas la inmersión lingüística en lenguas vernáculas, con el objetivo de minar la identidad española de diversas regiones, en Francia, esas mismas lenguas vernáculas son rechazadas como elementos de comunicación oficiales al nivel de la lengua oficial del país, el francés


Cataluna_Norte.png

El viernes pasado hemos conocido que el Tribunal Constitucional, pese a los recursos presentados por los partidos de la oposición en el Parlamento Catalán, permitirá que este lunes 9 de Noviembre (aniversario de la pseuconsulta separatista celebrada hace un año) se debata la propuesta de «desconexión» de Cataluña respecto a España. Eso sí, con un calculado cinismo ha advertido que, de votarse favorablemente la secesión encubierta tras tal eufemismo, el alto tribunal actuará aplicando la ley, esto es, suspendiendo su aplicación. Pareciera que los magistrados de semejante tribunal consideren los debates como una mera cuestión de palabras, alejada de cualquier hecho real de ruptura con España. Diríase que para este tribunal funciona la máxima del fundamentalismo democrático que considera que cualquier idea, por aberrante que sea, es debatible en democrática mientras no se violente de forma directa el orden establecido.

Sin embargo, el mero hecho de tramitar esa proposición de ruptura con España es un acto delictivo, una amenaza formal explícita contra la Nación Española que exige la puesta en marcha de todos los mecanismos que conduzcan a la neutralización de semejantes delincuentes. Unos sediciosos catalanes que, prosiguiendo con su proverbial cobardía, si hace un año realizaron un referéndum sin una convocatoria legal y por escrito para evitar las pruebas que pudieran condenarles, ahora pretenden realizar la votación de semejante propuesta sediciosa en secreto, para que no pueda identificarse el sentido del voto de cada diputado y así evitar nuevamente ser inculpados. Todo bajo la cobertura del eufemismo «desconexión», que recuerda a la ideología basura de la «sociedad red» propagada por el sociólogo separatista Manuel Castells en Estados Unidos, donde Cataluña y otras naciones étnicas serían parte de esa «aldea global» donde todo está conectado con todo y podemos conectarnos y desconectarnos a voluntad de las distintas redes existentes, al igual que conectamos o desconectamos nuestros ordenadores o teléfonos móviles…

Sin embargo, estas amenazas formales explícitas también son realizadas en el país vecino, Francia, donde existen núcleos de vascos y catalanes en el denominado País Vasco Francés y en la Cataluña Norte, respectivamente, allende los Pirineos. Y tales «pueblos» viven muchísimo peor que sus homólogos españoles: no sólo carecen de los privilegios autonómicos que gozan aquí, siendo considerados como pueblerinos por el resto de franceses, extrañados de su apego por lenguas vernáculas como el vasco o el catalán, sino que además cualquier iniciativa que se presenta para que sus lenguas minoritarias merezcan un reconocimiento público es frontalmente rechazada. Así, en el Senado de la nación vecina se ha rechazado recientemente una iniciativa del Gobierno presidido por el hispanofrancés Manuel Valls para modificar la Constitución y reconocer así de manera oficial semejantes leguas vernáculas.

La cámara francesa ha motivado su decisión de rechazo frontal, a una propuesta de incorporar a Francia en la denominada Carta Europea de Lenguas Regionales (firmada no obstante por Francia en 1999) en el siguiente argumento: ni el catalan, ni el vasco, ni las lenguas alsacianas ni el corso pueden ser lenguas oficiales porque semejante reconocimiento atentaría contra la unidad de Francia, que correría serio peligro de ruptura. Concretamente, al ser el francés la lengua oficial de la Nación francesa, como reconoce el Artículo 2 de su Constitución, abrir la puerta a la oficialización de otros idiomas supondría una contradicción, pues llevaría parejo el reconocimiento de ciertos pueblos, con unas diferencias sustanciales respecto al resto de ciudadanos franceses. Sería, en resumen, un intento de vuelta al Antiguo Régimen.

No es de extrañar, por lo tanto, el proyecto de ley haya sido rechazado por nada menos que 180 senadores de los 348 existentes, procedentes de formaciones tan variopintas como los partidos denominados «conservadores» y un partido considerado de «izquierda radical», el PRG; pero todos ellos partidarios, cómo no, de mantener la unidad nacional a toda costa. Una unidad nacional que no puede ser menospreciada para favorecer presuntos derechos lingüísticos, ni un patrimonio de la República Francesa que estuviera en peligro, como argumentaban los partidarios de semejante medida.

Como es natural, en Francia están muy al tanto de lo que sucede en España, y a la creciente amenaza separatista que estamos viviendo, calificada en los medios de comunicación franceses como una efervescencia del racismo en la forma de nacionalismo y la defensa de lenguas minoritarias, en el país galo no están dispuestos a pasar por el mismo trance que vive ahora mismo nuestra Nación. Y más alerta habrán de estar si cabe al comprobar que los separatistas catalanes pretenden «contagiar» a Francia del virus separatista, virus que nuestros vecinos no tendrán ningún problema en «desterrar» antes de que se convierta en una considerable amenaza.

De hecho, durante el fin de campaña de las elecciones catalanas del 27 S, las CUP trasladaron su último acto electoral al sur de Francia, a la denominada Cataluña Norte, una región que, según el delirio separatista, forma parte de los fabulados Países Catalanes. Allí intervino su cabeza de lista, Antonio Baños, en la misma ciudad de Perpiñán donde José Luis Pérez Carod pactó con ETA a comienzos del año 2004 que sus atentados terroristas no se produjeran en Cataluña, que literalmente mirasen en el mapa antes de atentar y vieran con claridad que Cataluña no era España. Dentro de esa campaña «descentralizada» que llevaron a cabo en las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana y la propia Cataluña Norte, las CUP afirmaron con su habitual bravuconería que pronto se produciría la ruptura con el «estado español» y el «estado francés», para formar el pueblo catalán a ambos lados del Pirineo, oprimido durante más de trescientos años por la dinastía borbónica [sic]. Como para no estar alerta ante semejantes amenazas formales…

Desde la Fundación Denaes tomamos buena nota del ejemplo francés a la hora de combatir sin tapujos la amenaza separatista que también padecen en diversas formas, no sólo respecto a los vascos y catalanes sino también a otros conflictos de carácter separatista como el de la isla de Córcega, que hasta no hace mucho tomó connotaciones violentas bajo la forma de bandas armadas. Nuestros vecinos no están dispuestos a tolerar siquiera que se inicie un proceso de inmersión lingüística bajo cobertura legal, que atente contra la identidad, y en consecuencia también amenace la unidad, de la Nación francesa.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.