La presidenta del Partido Popular en el País Vasco, Arancha Quiroga, ha protagonizado en los últimos años junto a su partido una deriva de acercamiento al separatismo y tolerancia con el entorno de ETA, que hasta desde la sede central de su partido han tenido que llamarle al orden


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No resulta extraño en estos tiempos que corren la apelación a la coherencia como si de una virtud se tratara. «Sean coherentes», se dice muchas veces desde diversos medios a quienes un día defendieron una postura y ahora defienden otra diferente o incluso opuesta. No obstante, el hecho de ser coherente, aunque en lo formal pueda ser visto como una virtud, en los contenidos no tiene por qué serlo en absoluto: quien es coherente en el error, caiga quien caiga, no puede ser visto más que como un vulgar fanático; por el contrario, quien dándose cuenta de sus errores actúa de forma «incoherente», rectificándolos, será visto como alguien prudente que sabe aprender de sus yerros.

Sin embargo, muchas veces el hecho de cambiar una postura no tiene el sentido de corregir los fallos cometidos, sino que se convierte en una forma de empeorar una trayectoria. No hay más que contemplar cómo la trayectoria de diversos partidos políticos a lo largo de nuestra democracia coronada ha ido cambiando, y no necesariamente para mejor: los partidos nacionales, como el PSOE y el PP, en lugar de rearmarse para combatir la amenaza separatista, han terminado amoldándose a la situación heredada en las diversas autonomías donde los sediciosos se han ido fortaleciendo.

En este sentido, hay que destacar tristemente a la actual Presidenta del Partido Popular en el País Vasco, Arancha Quiroga. No hace tanto, en el año 2009 fue nombrada presidenta del Parlamento Vasco y fue elogiada desde nuestra Fundación por su firmeza ante la amenaza separatista, dentro del ilusionante pacto de gobierno firmado con el PSE, que generaba una nueva situación en esta región tan castigada por el terrorismo separatista de ETA, expulsando por vez primera en democracia del poder a la secta antiespañola del PNV. Desgraciadamente, poco duró esta alegría pues en Octubre de 2012, justo un año después de proclamar su «alto el fuego indefinido» la banda sediciosa, el PNV recuperó su preeminencia tras unos nuevos comicios. En correspondencia al «tiempo nuevo», el PP vasco fue «reacondicionado»: fue descabezada la cúpula liderada por María San Gil, al igual que en 1996 fuera defenestrado Alejo Vidal Cuadras en el PP catalán para favorecer los pactos con la Convergencia de Pujol.

Sin embargo, parece que la tolerancia hacia el separatismo y sus marcas blancas ha llegado demasiado lejos, o al menos así se ha manifestado desde la sede popular de la Calle Génova de Madrid: el popular Alfonso Alonso, Ministro de Sanidad, ha amonestado verbalmente a la hoy presidenta del partido en el País Vasco, Arancha Quiroga, por pedirle a la marca blanca de ETA, Bildu, que se sume a una moción impulsada por el Parlamento de Vitoria sobre «Libertad y Convivencia», donde la palabra habitual de «condena» al terrorismo pasaba a ser sustituida por la de «rechazo». Según Alonso, «este cambio de posición puede inducir a la confusión», por lo que hacía un llamamiento a afirmar «con rotundidad nuestras posiciones». Asimismo, Alonso destacó que «La posición del PP nacional es exigir la condena expresa del terrorismo de ETA». El motivo, muy explícito: «Bildu pretende diluir las responsabilidades de los terroristas, blanquear su pasado, y no podemos consentir esto».

Tanto revuelo se causó que ayer jueves, al no acudir a la sesión ordinaria del pleno del Parlamento autonómico vasco, llegó a afirmarse que Arancha Quiroga había presentado su dimisión como presidenta de los populares vascos; algo que sí se pidió desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Evidentemente, se puede justificar el uso sesgado de los proetarras de Bildu de tal llamamiento, pero lo cierto es que, en el contexto de la amenaza del separatismo vasco a la Nación Española, y de los pánfilos que han actuado en connivencia con ella, las palabras se han ido desnaturalizando más y más cada vez. Recordemos cuando, en tiempos del gobierno del nefasto Presidente Rodríguez Zapatero, en el contexto del diálogo que mantenía con el terrorismo separatista vasco, comenzó a utilizarse la palabra «paz», como si realmente existiera una «guerra» entre las fuerzas del orden de la Nación Española y la banda terrorista ETA, elevada en esta ocasión al estatuto de un bando bélico, de un verdadero ejército de un pueblo oprimido que sólo buscaba su libertad. Como si ETA fuera, más allá del delirio ideológico en el que los terroristas etarras se encuentran envueltos, realmente parte de un movimiento de liberación nacional del «imperialismo» español, de la «cárcel de pueblos» española.

En consecuencia, a quienes se opusieron y negaron (y entre ellos hay que incluir al Partido Popular como elemento más visible y representativo) a semejante apaño y traición a la Nación Española, se les descalificó y desautorizó como opuestos a la «paz», «rencorosos», o simplemente enfermos. «¿Quién puede oponerse al fin de la violencia?», afirmaban desde las filas socialistas atacando a las víctimas del terrorismo de ETA, ocultando así lo que era una notoria colaboración con banda armada, un delito de alta traición. Y todo mediante una simple manipulación de palabras…

Por eso, cualquier tipo de moción debe ser absolutamente clara y sin prestarse a ambigüedades ni consensos: porque Bildu podrá estar de acuerdo sin duda en el cese de la violencia, pero para esta marca blanca de ETA se encuentran en el mismo plano la violencia etarra y la de las fuerzas policiales españolas: ambas son dos «facciones» que participan de un «conflicto bélico», de una guerra entre lo que llaman «Estado Español» y su fantasiosa «Euskal Herría»; idea también agitada por el nacionalismo «moderado» del PNV.

Desde la Fundación Denaes lamentamos que la trayectoria del PP vasco y de Arancha Quiroga haya ido evolucionando a peor, especialmente en el delicado asunto del terrorismo. Cualquier palabra en relación a las amenazas secesionistas que sufre la Nación Española ha de utilizarse con sumo cuidado, y de no hacerlo, como es el caso, se confirma la desafortunada degeneración que ha sufrido este partido nacional en el País Vasco. Desafortunadamente, a Arancha Quiroga podemos aplicarle el famoso refrán: «quién te ha visto y quién te ve».

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.