Pese a que la lista de «Juntos por el Sí» ha cosechado menos votos y escaños que concurriendo sus partidos constituyentes por separado, el separatismo catalán seguirá forzando el chantaje secular sobre la Nación Española


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Lo anunciaban algunas encuestas menos triunfalistas que las que los medios afines a los sediciosos conjeturaban, unos medios que veían poco más o menos que la coalición de «Juntos por el Sí» en posesión de una holgada mayoría absoluta tras la cual, afirmaban, se proclamaría de forma inmediata y unilateral la independencia: al final la fórmula unitaria, en lugar de sumarles votos y escaños ha conseguido restárselos respecto a 2012: Convergencia y ERC sumaron por separado un número de escaños suficientes para coaligarse y conseguir una sólida mayoría de gobierno. Tres años después, concurriendo coaligados dependen de las CUP, hostiles a Arturo Mas, para lograr un gobierno estable.

Nada de esto apareció en el discurso de un Arturo Mas que, cada vez que convoca un acto «plebiscitario» o un referéndum acaba saliendo trasquilado y con su reputación política por los suelos: para él la lista unitaria dispone de la legitimidad para gobernar y, por supuesto, para seguir caminando hacia la independendencia. Está claro que el independentismo sigue ganando adeptos, pero la secta política que Mas lidera va cada vez a menos, seguramente porque muchos de sus habituales votantes, tomando nota de ese discurso extremado que cada vez usa más a menudo, prefieren identificarse con el separatismo menos ambiguo, o simplemente se sienten defraudados por esa evolución de Convergencia. Sea como fuere, los numerosos catalanes que han dejado de lado a Mas bien votan a otras sectas separatistas, o bien se han desengañado: la famosa costumbre democrática del «voto de castigo», quizá.

Sea como sea, una noche electoral siempre es un día para darse un baño de masas, tanto si se logra un resultado esperanzador, como si los correligionarios se muestran decepcionados: las caras de cierto desencanto en las filas separatistas contrastaban con las exultantes de felicidad de los miembros de Ciudadanos, que con la flamante Inés Arrimadas como cabeza de lista han logrado ni más ni menos que ser la segunda fuerza política en Cataluña, dejando atrás a los ya caducos PSC y PP catalán, incapaces de volver a ser la alternativa a la sedición en esta autonomía española. Por su parte, Podemos prosigue su desfondamiento y ha quedado incluso por detrás de los dos partidos nacionales por antonomasia.

De todo ello imaginamos que habrá tomado buena nota el Gobierno de España, encabezado por nuestro Presidente Mariano Rajoy, que vuelve a enfrentarse a una decisión difícil, prácticamente la misma que tras haberse celebrado el 9 N del pasado año 2014 la pseudoconsulta o pseudoreferéndum separatista en Cataluña. En términos de cálculo electoral, que la lista unitaria de «Juntos por el Sí» no disponga de mayoría suficiente enfría sin duda los ánimos de los sediciosos, pero no de por sí la efervescencia separatista. Lo único que demuestra es que Arturo Mas, en su ridícula huída hacia delante, no hace sino perder más y más apoyos que van a otras fuerzas políticas separatistas, con lo que la amenaza sobre la Nación Española, lejos de crecer, sigue aumentando. Lo único que se amortiza es la propia figura de Mas, que si ya en los días previos a la celebración de la consulta separatista de 2014 parecía poco menos que amortizado al prohibir el Tribunal Constitucional su celebración legal, al transitar la vía de una consulta no oficial y celebrarse ésta, logró sin embargo levantar la popularidad del hijo político de Jorge Pujol, quien enseguida puso freno a las ansias del separatismo más extremo de las CUP y de ERC.

Sin embargo, el panorama ha cambiado de un año para otro: si en su día el Partido Popular pudo jugar la baza de apelar a Durán, político astuto como lo fuera Pujol (ya en 2011 se dio cuenta que no tendría sentido chantajear a un gobierno del Partido Popular con mayoría absoluta), para evitar el citado desplome, ahora que Unión ya no se encuentra coaligada a Convergencia (de hecho, ha desaparecido virtualmente en estas elecciones catalanas), nada parece evitar la constante huida hacia delante de Arturo Mas para intentar acumular más prebendas y poder: ya sea un régimen fiscal nuevo, o ya directamente una reforma constitucional, sin duda el gran objetivo una vez que el gobierno resultante de las inminentes elecciones generales atesore una débil minoría, como todos suponen.

Desde la Fundación Denaes valoramos las elecciones catalanes como una simple estación más en la huida hacia delante en la que la Arturo Mas y las sectas separatistas catalanas en general llevan instaladas varios años: cada votación la convierten en un referéndum o plebiscito, conscientes de la necesidad de seguir chantajeando al Gobierno de la Nación Española, y poco les importa que la «voz del pueblo» no les otorgue la razón que dicen tener, pues seguirán por el mismo camino una y otra vez. Confiemos en que el parlamento catalán resultado de estos últimos comicios, con importantes cambios como el ascenso de Ciudadanos, frene aunque sea momentáneamente esas sediciosas aspiraciones.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.