Pedro Sánchez coloca como fondo de su último discurso una gigantesca bandera de España, mientras que Pablo Iglesias Turrión se envuelve en la bandera tricolor de la Segunda República. Para el primero, simboliza una forma de tapar sus vergüenzas políticas, por el trato de favor que mantiene con los enemigos de la Nación Española; para el segundo, es una forma de no reconocer la bandera que simboliza a nuestra Nación.


Un hito histórico sucedió el pasado domingo: por primera vez en sus 136 años de historia, desde que Pablo Iglesias lo fundara en 1879, apareció una bandera española en un acto del Partido Socialista Obrero Español. Un gigantesco fondo de pantalla con la enseña rojigualda ilustraba el discurso del secretario general del partido, Pedro Sánchez, mientras hablaba desde su tribuna en el acto de su proclamación como candidato a las elecciones generales. Para muchos periodistas, este hecho simboliza la imagen de un PSOE reconvertido, que abandona los radicalismos «de izquierda», la demagogia y el populismo.

Sin embargo, la propia presencia de la imagen de la bandera y no de la bandera misma tiene su significado, que no es en absoluto nuevo ni histórico: es bien sabido que cuando el PSOE percibe que sus políticas de acercamiento al separatismo o a quienes menosprecian a la Nación Española (como es el caso actual tras haberse abrazado a la demagogia de Podemos en ayuntamientos y autonomías, además de haber hecho lo propio con las marcas blancas de ETA para auparles a las alcaldías vascas y navarras) le pueden suponer una importante pérdida de votos, comienza a aparecer en público con la enseña nacional que normalmente mantiene escondida. En este caso, la propia dinámica de la política española, con una dispersión de la intención de voto cada vez mayor, impele a los socialistas a aumentar proporcionalmente el tamaño de la bandera…

También entre alguna de las nuevas formaciones políticas existen prejuicios importantes hacia nuestra bandera nacional; tal es el caso del líder de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, que no sólo gusta de tratar con el entorno de ETA, sino que también luce orgullosamente una bandera española… siempre que sea la tricolor de la Segunda República, incluso en actos tan esperpénticos como el partido de fútbol que disputó con miembros de su formación el día de las elecciones municipales y autonómicas, luciendo una camiseta de una selección española «republicana», con el morado como color principal en lugar del rojo que caracteriza a la Campeona del Mundo y vigente Campeona de Europa. La bandera rojigualda sería, a juicio de Iglesias, un residuo franquista y de derechas, a extinguir como la propia monarquía a la que representa el escudo que figura en su centro.

Sin embargo, esta interpretación de los símbolos como dotados de significados arbitrarios, que se usa como subterfugio para menospreciar la bandera de la Nación Española, no es más que una vulgar falacia: es bien sabido que la bandera rojigualda fue aprobada como símbolo nacional en 1785, antes de que la distinción entre derecha e izquierda surgiera como tal en el contexto de la Revolución Francesa de 1789, y lo fue porque era la bandera que mejor se reconocía, por la viveza de sus colores, en las distancias manejadas por los navíos de guerra; fue por lo tanto un símbolo militar que sin embargo pronto se popularizó y se convirtió en símbolo civil; de hecho, para ilustración de ignorantes, no hay que olvidar que la bandera de la brevísima Primera República, de 1873 a 1874, fue la rojigualda, y que la adopción del tercer color por la bandera de la Segunda República fue debida a un lapsus de Alejandro Lerroux, que buscando enlazar a los republicanos con los Comuneros castellanos derrotados en Villalar en 1519, copió el color morado del pendón que usaban como estandarte… cuando siglos atrás había sido rojo y por efecto del sol castellano había decolorado. Lástima que los partidarios de la memoria histórica, hoy tan eclipsada que ni siquiera la expresión «el anterior Jefe del Estado» designa ya a Francisco Franco sino a Juan Carlos I, no tomaran nota de tan importante lección.

Desgraciadamente, esa idea de no lucir la bandera española en actos políticos se tornó en prohibición en tiempos de Adolfo Suárez, pues afirmó que con semejante exhibición se provocaba a los partidos separatistas a los que se había admitido dentro del consenso constitucional. Separatistas que, en virtud de aquellas nefastas decisiones adoptadas por el presidente Suárez, hoy se niegan a que luzca en las instituciones públicas que detentan la bandera de la Nación Española, sin importarles las consecuencias: en varias ocasiones embarcaciones pesqueras provenientes del País Vasco o Cataluña han sido obligadas a volver a puerto por un buque de la Armada española, al no poder faenar sin lucir la bandera española reglamentaria.

Desde la Fundación Denaes valoramos que los partidos políticos usen de la bandera nacional en sus actos públicos o de partido; es más, exigimos que todo partido político español la luzca con orgullo. Nos resulta indiferente que el color de la bandera sea rojigualdo o tricolor, siempre que la enseña se utilice como símbolo común a todos los españoles, y no como una bandera con la que se quiera menospreciar y manipular nuestra Historia común de forma sectaria. Asimismo, condenamos a todos aquellos que menosprecian a España humillando y ultrajando sus símbolos, ya sea su bandera, su himno o lo que fuere, y pedimos contra ellos la más estricta aplicación de la ley para combatir esos graves delitos.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.