En sus delirios de supremacía sobre el resto de españoles, tanto los separatistas vascos como los catalanes reivindican unos territorios a reconquistar para que sus oprimidas naciones recuperen lo perdido dentro de la «cárcel de pueblos» española; pero ni los Países Catalanes ni Euskal Herria pueden ver la luz porque Francia, al contrario de la débil Nación Española, no cede un milímetro ante las amenazas a su soberanía.


Junqueras_Paises_Catalanes.jpg

En las líneas que periódicamente hacemos públicas a nuestros lectores hemos hablado, de manera amplia y extensa, sobre la voluntad expresa de los distintos proyectos separatistas de robarnos a todos los españoles no sólo los territorios autonómicos fijados en la Constitución de 1978 que les correspondieron en suerte, sino a poder ser el mayor número de territorio de la Nación Española que esté en sus manos. Así, ya durante el proceso de Transición a la democracia, en plena formación del actual mapa autonómico, el separatismo vasco tanto de PNV como de las marcas blancas de ETA reivindicaba para sí Navarra y La Rioja para formar, junto al País Vasco-Francés, la fantasiosa Euskal Herria; en Cataluña, las sectas antiespañolas correspondientes ampliaban sus dominios a toda la franja mediterránea española y a la denominada «Cataluña Norte» francesa, para formar los no menos fabulosos Países Catalanes.

Bien es cierto que los proyectos del separatismo vasco siempre han mantenido explícitas sus pretensiones de anexión sobre las autonomías riojana y navarra, sin que se hayan producido actos de fuerza para amedrentar estos constantes proyectos de sedición, pero que en el caso de la amenaza sobre lo que constituye un territorio de la nación vecina, cualquier intento siquiera de proyectar su ambición imperialista ha sido respondido con la mayor contundencia: al igual que a las amenazas separatistas de Córcega los franceses no han respondido con más diálogo y más autonomía, sino con las pistolas de la policía, cada vez que ETA atentaba en Francia, un «santuario» durante las décadas más negras de su acción criminal en España, la presencia de etarras en el país vecino era literalmente nula tras la detención de sus miembros.

En el caso del separatismo catalán, la idea delirante de unos Países Catalanes calcados de parte de la añeja Corona de Aragón (ahora trasmutada en «Confederación Catalano-Aragonesa»), choca frontalmente con la negativa a tolerar siquiera una mera acción de sedición dentro de la Cataluña Norte, unos catalanes que, al contrario de los que viven en España, sí que encuentran un mal trato de parte de la administración francesa en su relación con este fronterizo departamento. Sin embargo, desde ERC se mantiene la tesis de estos Países Catalanes ya desde hace tiempo; tanto, que en los documentos oficiales del partido aparece como punto básico y fundamental dentro de sus aspiraciones. No es baladí que esta formación esté liderada por Oriol Junqueras, profesor de Historia dentro de la Universidad Autónoma de Barcelona, y por lo tanto aficionado a ese oscuro negociado que en Cataluña consiste en manipular las reliquias y relatos del pretérito, para que digan lo que determinadas sectas del presente pretenden que digan. En este caso, que la Corona de Aragón donde se hablaba español y formaba parte de la Nación Española era un reino confederado que expandió el catalán por toda Europa.

Así, uno de los planes de ERC desde hace tiempo es, una vez lograda la independencia, fomentar la anexión de los demás «territorios catalanes», mirando sobre todo a la Comunidad Valenciana, donde la inmersión lingüística en valenciano es muchas veces superada por la realizada en catalán vía funcionarios mercenarios o vía implantación de la televisión autonómica catalana, TV3, en las Islas Baleares o incluso en lo que llaman la «Franja de Aragón». Para lograr incluir a estos «territorios catalanes», Junqueras, que según dicen las malas lenguas está comenzando a estudiar el Corán para su futura conversión al Islam (lo cual elevará a la enésima potencia la locura de este sedicioso), afirma que los «ciudadanos» de adscripción nacional que queden fuera del ámbito territorial del futurible estado catalán, en negociaciones con el «Estado español» [sic], se expresará la voluntad de que esos territorios puedan «democráticamente» añadirse a esa futura república catalana. Cuando la constante negación de la identidad española a base de inmersión lingüística en catalán haya tenido sus nocivos efectos, añadimos…

Desde la Fundación Denaes, pese a la dejación de las autoridades española, no consideramos estos delirios una mera anécdota o un libre ejercicio de la libertad de expresión de unos sujetos a lo sumo degenerados a los que haya que tolerar en su enajenación. Al contrario: estos delirios, articulados en la forma de un proyecto político con el objetivo de robarle a la Nación Española una parte de su integridad territorial, constituyen una clara amenaza y por sí mismos un explícito acto de sedición que hay que castigar con la ley en la mano.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.