La derogación de una ley que permitía en Islandia matar «vascos» ha vuelto a poner de relieve el delirio separatista antiespañol, esta vez a una escala más global, similar a la que se desenvuelve a nivel de «embajadas» y otras instituciones fantasmagóricas de los secesionistas


martin_garitano_islandia.jpg

Fue justo hace cuatrocientos años, en 1615, cuando en Islandia tuvo lugar una matanza de pescadores españoles, en total 32, dedicados a capturar ballenas y cuyo barco había naufragado. A raíz de aquella matanza, producida porque los islandeses temieron que iban a invadirles, se aprobó una ley que permitía exterminar a españoles: en la historia islandesa este momento histórico es conocido como «la matanza de los españoles». Fue en esta remota isla, que la mitología considera como uno de los posibles lugares que encarna la famosa isla Thule, la última de las tierras como diría Séneca en su Medea, donde se produjo este luctuoso hecho.

Sin embargo, el pasado 22 de Abril se revocó la citada ley (simbólica, puesto que la legislación islandesa actual prohíbe en buena lógica el asesinato de cualquier persona), en un acto celebrado en presencia de las autoridades autonómicas del País Vasco; también se celebraron durante cinco días unas jornadas bajo el título de «La muerte de los balleneros vascos en Islandia», organizadas por el Instituto Vasco Etxepare y la Asociación de Amistad Islandia-Pais Vasco, y en las que también han colaborado el Centro de Estudios Vascos, la Diputación Foral de Guipúzcoa y el Gobierno de Islandia. De hecho, el presidente guipuzcoano, Martín Garitano, miembro de la coalición separatista Bildu, estuvo presente en la ceremonia del derogamiento de la ley junto con el Ministro de Educación y Cultura islandés, Illugi Gunnarsson, Javier Irujo, descendiente de uno de los balleneros asesinados, y Magnús Rafnsson, descendiente de uno de los islandeses que mataron a los «vascos», simbolizando así la reconciliación de ambas partes, la islandesa y la «vasca».

Este es uno más de los múltiples ejemplos en los que el separatismo vasco (pero también el catalán y otros), que aspira a cuartear la Nación Española, manipula y tergiversa hasta extremos enfermizos la Historia de España en la que los vascos tan activa y brillantemente han despuntado. Pero afirmar que los vascos que murieron asesinados en Islandia hace cuatrocientos años eran representantes de una Euskal Herria independiente es tan delirante como decir que Blas de Lezo, el marino que en 1741 derrotó a Inglaterra en su épica defensa de Cartagena de Indias, era una suerte de heroico gudari; difícil lo tienen los separatistas para reivindicar al héroe de Pasajes, una vez que en Madrid y Cádiz lucen sendas estatuas que homenajean una gran gesta española. Pero con hechos como el de Islandia, los euskaldunes de ahora sueñan aún con apropiarse para sí de las virtudes de recios y nobles que tradicionalmente se atribuyeron a los españoles o a los «vizcaínos», pero nunca a los «vascos» en el sentido que hoy fantasean los separatistas; menos aún a los gudaris etarras, cuyas armas hoy están mudas pero cuando hablaron lo hicieron siempre con el cobarde tiro en la nuca, tan alejado de sus presuntos antecesores…

De hecho, que esos marineros vascos fueran víctimas de los islandeses en el siglo XVII nada tuvo que ver con patrocinio de ninguna nación vasca milenaria, sino con su participación en la empresa global del Imperio Español, la misma que hizo, como dijo Séneca en la Medea, que Thule dejase de ser la última de las tierras. En los siglos XVI y XVII los vascos destacaron por ser grandes pescadores balleneros, los primeros en cazar ballenas en Islandia y desarrollar una industria ballenera a gran escala en Terranova y la Península del Labrador. A comienzos del siglo XVII, habían acordado el beneficio mutuo de la pesca ballenera con los islandeses, pero el año 1615 fue especialmente frío en Islandia y un vendaval destrozó la flota española capitaneada por Pedro de Aguirre, Esteban de Tellaria y Martín de Villafranca; los hombres de este último se dividieron en dos grupos, y uno de ellos fue el que sufrió la matanza hoy rememorada de forma tan retorcida por unos españoles degenerados.

Sin embargo, en la placa que luce en el lugar del luctuoso hecho, cuatrocientos años después, sigue vigente el sintagma de «matanza de los españoles». Por aquel entonces, Islandia pertenecía a Dinamarca, y hoy, con sus apenas 300.000 habitantes, nada cuenta en el escenario internacional, pese a la afamada revolución que tuvo lugar en el país a propósito de la crisis financiera en el año 2009. Probablemente ese espejo sea un buen lugar donde mirar el futuro de una presunta nación vasca independiente, con menos territorio y recursos aún que la isla septentrional.

Desde la Fundación Denaes consideramos este homenaje una nueva muestra del delirio separatista vasco, ahora en el original e inédito enclave de la última Thule (cuyo lugar se disputan varias naciones nórdicas, incluyendo a Islandia); la Thule que precisamente los nazis fantasearon que era el origen de la raza aria y que hoy los separatistas, en sus fantasias de superioridad racial, quieren hermanar a su imaginada patria para seguir elaborando su peculiar «memoria histórica», la de una nación vasca ajena por completo a la Nación Española y que habría dejado sus semillas por el mundo.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.