Los estudiosos extranjeros de la Historia de España, caracterizados como «hispanistas», han adoptado generalmente una posición repleta de falsos tópicos y prejuicios sobre un país al que consideran inferior, idea reforzada por los propios españoles


El término «hispanismo» nació ligado en sus orígenes al prestigio de la lengua española en Europa y el resto del mundo por la pujanza de España; de la Gramática de la lengua castellana o española de Antonio de Nebrija en 1492, la primera dedicada al estudio de una lengua romance, surgieron multitud de gramáticas y estudios dedicados a la lengua española, en un contexto de pujanza imperial española en Europa y en el mundo. Sin embargo, una vez caído el Imperio Español, el movimiento caracterizado como «hispanismo» cristalizó en el entorno de la cultura anglosajona para designar todo tipo de estudios relacionados con la Nación Española, su Historia y su cultura, dentro de una consideración de España como ejemplo de Nación «atrasada» y por lo tanto varada en una época previa a la Ilustración y el racionalismo.

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El hispanismo nace en consecuencia de una pretendida asimetría previa, donde a la Nación Española se la considera como inferior, inculta, atrasada (la famosa Leyenda Negra), y el hispanista es así considerado como el individuo que consagra su vida a este peculiar y anacrónico objeto de estudio. Una idea sin embargo reforzada por los propios españoles que, en un alarde de vulgar patrioterismo, ven en el «hispanista» un personaje a destacar por aquello de dedicarse a estudiar «lo nuestro».

Para los viajeros de otras partes de Europa, España era una suerte de prolongación de la Península Arábiga o del continente africano («África comienza en los Pirineos»); así lo fantasearon «hispanistas» tales como George Borrow o Washington Irving. Una estela seguida en la actualidad por autores como Henry Kamen, Paul Preston o Ian Gibson, que consideran la Historia de España como la de una nación intolerante por definición, que habría o bien exterminado o expulsado a los habitantes heterodoxos de su población, como los judíos (pese a que las expulsiones de judíos fueron una constante en Europa durante siglos y sin la opción de convertirse al cristianismo que se hizo efectiva en España), además de procurar la neutralización de toda disidencia, ya fuera interna o externa, en aras de una uniformidad postiza; una «cárcel de pueblos», en suma, sólo superada parcialmente tras la muerte de Franco en 1975 y el proceso de transición a la democracia que aún debería purificarse resolviendo los problemas de los nacionalismos periféricos.

Hoy día, pese a la Ley de Memoria Histórica aprobada por Zapatero en el año 2007, inspirada en varios de los seudohistoriadores citados anteriormente, parecen haberse apagado los ecos de la Segunda República y la Guerra Civil Española que sin embargo han propiciado todo un torrente de libros sobre una etapa de la Historia de España brevísima, del 14 de Abril de 1931 al 1 de Abril de 1939, ensalzada bajo el dudoso argumento de haber sido una época en la que se intentó la «modernización» de España, tentativa presuntamente aplastada por la reacción medieval nacionalcatólica del franquismo. Un franquismo que sin embargo, como reconocen algunos hispanistas como Stanley Payne, provocó un crecimiento nunca visto de las fuerzas productivas que desembocó en la actual democracia; una democracia caracterizada, aun en plena crisis económica, por la opulencia y el consumo masivo…

Incluso aquellos hispanistas que han ofrecido una imagen positiva de nuestra Nación, como el citado Stanley Payne, tildan de «fanáticos religiosos» a tan fabulosos monarcas como los Reyes Católicos Isabel y Fernando, cuando su condición de católicos no les impidió poseer una brillante y funcional visión de Estado, utilizando de instrumentos como la Inquisición Española, que el Papa Sixto IV hubo de aceptar como tribunal político y no religioso, como forja de un Estado moderno y centralizado que superase los privilegios feudales de la nobleza. Todo ello sumado a un proceso de expansión imperial y de transformación del mundo con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en una época en la que el resto de Europa dormía una verdadera siesta histórica…

Desde la Fundación Denaes hemos de considerar la corriente hispanista, salvando por supuesto a algunos miembros suyos destacados, como un conjunto de estudiosos sedicentes, que pese a sus esfuerzos por divulgar la Historia de España han contribuido a propagar toda una serie de tópicos negrolegendarios sobre la Nación Española; tópicos que además han calado muy hondo en el contexto de una España sumida en la confusión ideológica de un «nacimiento por consenso», a raíz de la nefasta Constitución de 1978 que funda las bases para su disolución en la forma de diversas «realidades nacionales».

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.