Esta semana hemos sabido que el sanguinario etarra Ignacio de Juana Chaos ha sido localizado por el diario El Mundo en Venezuela, república que se reclama bolivariana


Son bien conocidos los aromas de sacristía que envolvieron a esa escisión de las juventudes del PNV que fundó ETA con el objetivo inequívoco de destruir la Nación Española para dar paso a ese ensueño étnico y beato que prendiera en el desajustado caletre del racista Sabino Arana. Más de medio siglo después, la organización etarra ha asesinado a casi un millar de españoles y ha logrado, mediante el terror, que los sucesivos gobiernos de España fueran cediendo a sus propósitos.

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Viene todo esto a cuento porque esta semana hemos sabido que el sanguinario etarra Ignacio de Juana Chaos ha sido localizado por el diario El Mundo en Venezuela, república que se reclama bolivariana, detalle que nos debe traer a la mente su Carta de Jamaica – España: «desnaturalizada madrastra», «vieja serpiente»-. De Juana, al parecer, regenta una licorería en tierras tan apartadas de aquel Derio en el que unos seminaristas se adhirieran a las líneas ideológicas del más rancio de los nacionalismos fragmentarios españoles. De Juana, tal ha sido el adjetivo empleado por la prensa, ha trocado sus originarias tierras por una suerte de paraíso, el de la Venezuela que da cobijo a varias decenas de etarras.

Como recordará el lector, De Juana protagonizó una sonada y peculiar huelga de hambre con la que consiguió conmover al propio Ministro del Interior del momento, el socialdemócrata Alfredo Pérez Rubalcaba, quien permitió, en agosto de 2008, que el asesino continuara su condena bajo un arresto domiciliario que dio paso a su más que previsible fuga. Eran, recordemos, los tiempos del llamado «proceso de paz» pilotado por José Luis Rodríguez Zapatero, cuya política en materia antiterrorista ha tenido continuación con el gobierno de Mariano Rajoy.

Eran los tiempos en los que las calles de España se llenaban de manifestantes que apoyaban las convocatorias de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Precisamente, en relación con estas masivas manifestaciones, con la perspectiva que da el tiempo, cabe hacer algunas reflexiones.

La primera de ellas, dados los resultados, nos llevaría al reconocimiento de la instrumentalización política hecha por el PP, quien tras su ascenso al poder ha recibido serias críticas por parte de las asociaciones y no pocas desafecciones de muchos de sus electores que creyeron que con el giro gubernamental la persecución a la banda ETA se recrudecería, abandonando el sensiblero eticismo zapateril por unas acciones más propias de los predios de la política.

Esta distinción entre ética y política nos obliga también a decir algo en relación con las propias asociaciones. Golpeadas en sus propias carnes, lógico es que hayan puesto el acento en el dolor causado por los crímenes y atentados etarras, y por tanto, sus demandas deben ser justamente atendidas, debiendo además ser reconocidas –la propia DENAES lo hizo erigiendo un monumento en Madrid- públicamente. Ello, no obstante, no debe empañar la visión de lo que ha significado el terrorismo etarra en su dimensión política.

Creer que individuos como De Juana, por más repulsivos que nos puedan parecer, son simples sanguinarios, es no comprender debidamente la dimensión ideológica que opera tras el tiro en la nuca o el coche bomba. ETA, al igual que otras organizaciones secesionistas –PNV, Bildu, CiU, ERC, BNG & c.- busca la mutilación de España. La diferencia estriba en que la organización del hacha y la serpiente ha continuado la acción política por otras vías: las de la sangre. Sin embargo, los objetivos son los mismos, y por ello, víctimas del terrorismo etarra son todos los españoles, comenzando por los propios afectados por los atentados, que si lo fueron, es por su condición no de personas, sino de hijos, incluso representantes, de España.

Hechas estas consideraciones, y reiterando nuestro reconocimiento a las asociaciones afectadas por la violencia terrorista, desde DENAES no podemos sino reclamar firmeza contra los asesinos etarras y contra todas las facciones que amenazan la integridad de la nación. Tratar de devolver a la prisión a los etarras huidos, rescatarlos de sus hispanófobos paraísos, sería una buena forma de reconducir la política antiterrorista.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española