Algo serio ocurre en un país cuando sus obispos temen hablar con naturalidad de la unidad de la nación.


centrales566.jpgEl anunciado y luego desmentido documento de la Conferencia Episcopal sobre la situación de España ha terminado desvaneciéndose en el aire. Algo serio ocurre en un país cuando sus obispos temen hablar con naturalidad de la unidad de la nación. Sobre este temor, los obispos españoles añaden un enojoso estrambote: no hablarán de la unidad de España porque –dicen- no es asunto de su incumbencia. “Esa cuestión no nos importa a nosotros”, según la fórmula recogida por la prensa.

Pero sí, monseñores: sí debería ser de su incumbencia, sí debería importarles a ustedes. A ustedes, y a los jueces, y a los periodistas, y a los empresarios y, en general, a todos cuantos ostentan responsabilidades en la vida pública de la nación. Nadie les pedirá que condenen las reformas estatutarias o el blindaje de los ríos, pero sí habría que pedirles que se pronuncien sobre la defensa del bien común. Nuestro gran problema, como nación, es precisamente que nuestras elites se inhiben: “Eso no nos importa a nosotros”. A cada cual, en efecto, le importa sólo lo suyo. Y lo público, lo general, lo comunitario, lo nacional, no le importa a nadie. Pero sí le incumbe, Monseñor; sí le incumbe.