La razón principal de la expulsión de los moriscos es no sólo el bandidaje monfí, como desorden interno, sino sobre todo la indudable función de quintacolumna que representaba la población morisca para Francia, el Imperio Otomano y Argel en su rivalidad mediterránea con el Imperio español. No fue una «guerra religiosa» la librada contra el morisco granadino, y menos aún «racial», sino política, geo-estratégica.


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Con motivo de la conmemoración del cuarto centenario del primer decreto de expulsión de los moriscos de España, el 9 de abril de 1609, la Casa Árabe ha realizado un film que, en forma de serial, será próximamente emitido en algunas cadenas de televisión públicas españolas. En efecto TVE, TV3 y Aragón TV, con la ayuda de la Generalidad Catalana y el Gobierno de Aragón, se han comprometido en la coproducción de la miniserie que, finalmente, solo será emitido por lo visto en TV3 (en catalán) y en Aragón TV, pero no en TVE, como estaba previsto (al parecer por problemas legales). En todo caso, además de la miniserie, también se ha realizado un documental asociado a la misma, que, este sí, será visto en TVE.

Sea como fuera, y aún llamándonos la atención el que TVE participe en la producción de una cinta que después no pueda emitir, ello es completamente secundario respecto al enfoque, caracterizado por su tendenciosidad, que del acontecimiento se ofrece tanto en el serial como en el documental. Y es que, como era de prever estando detrás la Casa Árabe, el decreto de expulsión se presenta como un acto puramente caprichoso y arbitrario, digamos tiránico, que tiene como maquiavélico propósito, por parte de la Monarquía Hispánica, derrotar al islam doméstico con fines puramente propagandísticos. Así, en el apartado dedicado al «contenido histórico» del sitio web oficial de la serie, se dice por parte de Gema Martín Muñoz (Directora de la Casa Árabe) lo siguiente: «durante el año 1609 fueron expulsadas de España más de 300.000 personas. La razón, el simple hecho de ser identificados como moriscos».

De este modo se sitúa como causa aislada, singularísima, de la expulsión el puro «odio al otro», siendo la masa de población morisca víctima sin más del segregacionismo e intolerancia cristianas. En esta misma línea maniquea, se expresaba hace poco Juan Goytisolo, en el diario El País (15/3/2009), manifestando que la expulsión de 1609 es el «primer precedente europeo de las limpiezas étnicas más o menos sangrientas del pasado siglo».

Por supuesto, el brazo ejecutor de este «salvaje atropello», así habla Goytisolo, es España y la Monarquía española, que fue capaz de sacrificar del orden de 300.000 personas, hasta tal punto llega su iniquidad, por motivos completamente espurios. Una población además, como era la morisca, se dice, laboriosa, pacífica en su mayoría, inocente, incluso ilustradísima, que termina siendo expulsada por el cruel fanatismo religioso procedente de los cristianos españoles. De este modo el documental y la miniserie vienen significando algo así como una compensación conmemorativa, tal es la perspectiva de la Casa Árabe al proyectarlo, que busca homenajear al grupo maltratado al encontrar ahora, por fin, su réplica condenando a su verdugo cuatrocientos años después.

En definitiva, el acto de expulsión se presenta, por su singularidad, abstraído de sus circunstancias históricas, como una auténtica aberración propia de una sociedad, la española del siglo XVII, que no comprende en su fanatismo y cerrazón, que la «tolerancia y el diálogo entre religiones» (el «talante», se supone «buen talante») son los únicos mecanismos de convivencia viables. Y es que hoy, guiados e iluminados por la «Alianza de Civilizaciones», tal es el presupuesto, no cabría pensar una acción semejante y, por ello, su conmemoración implica, y esto es lo que realmente se busca, no tanto su inteligibilidad histórica, cuanto su condena sin paliativos y, con ella, la condena de España. Miniserie y documental poco tienen que ver, pues, con la historia, y sí mucho más con la ideología política, cuando la documentación manejada está dirigida, no tanto a entender el proceso, sino a juzgar y condenar a la sociedad (católica y española) que lo llevó a cabo.

Porque, ¿qué es lo que se omite, en su tendenciosidad, tanto en la serie como en el documental, en relación a los reales decretos de expulsión de los moriscos firmados entre 1609 y 1614 para las distintas partes de la monarquía hispánica?

Primero se omite que, desde las Capitulaciones de Santa Fe hasta 1609, la presencia morisca en «convivencia» con la España cristiana dura siglo y pico durante el que se mantienen distintas medidas para integrar a dicha población; medidas que van, desde su catequización buscando su conversión, así lo hará el primer obispo de Granada (Talavera), hasta su dispersión por la geografía peninsular o directamente la guerra ante su rebelión (guerra, la de 1568, narrada por los célebres relatos de Hurtado de Mendoza, Mármol o Pérez de Hita). Pues bien, ¿cómo es posible, que, sea como fuera, una sociedad tan fanática, como presuntamente lo era la cristiana-española del XVII, soportó durante tanto tiempo la convivencia con una población a la que odiaba, sin paliativos?, ¿es más, por qué puso tanto empeño en integrarla y no la expulsó desde el principio?

Se omite, además, la práctica terrorista desarrollada por grupos de bandidos moriscos (monfíes), echados al monte en la Alpujarra granadina, recayendo sobre la población cristina. Una actividad que encaja mal con esta recreación del mundo morisco como «Arcadia feliz», tal como se presenta en la serie.

Pero sobre todo también se omite, seguramente por considerarlo un invento de la propaganda «españolista», la razón principal que motiva el acto de expulsión: no sólo el bandidaje monfí, como desorden interno, sino sobre todo la indudable función de quintacolumna que representaba la población morisca para Francia, el Imperio Otomano y Argel en su rivalidad mediterránea con el Imperio español, es lo que explica medida tan terminante. El propio Cervantes da esta clave, en el famoso relato del paisano de Sancho Panza, Ricote (Quijote, II, Cap. 54), poniendo en boca del propio morisco Ricote consideraciones por las que aprueba la medida como prudente e inevitable, pues, dice Ricote, «no era bien criar la sierpe en el seno». En efecto, los moriscos, tras el fracaso de su integración (cosa que también subraya Ricote, hablando de la falta de sinceridad en la mayoría de las conversiones), pudieron funcionar como quintacolumna del Imperio Turco y de la piratería argelina, gracias, sobre todo, a la labor diplomática desplegada en Estambul por los hugonotes franceses con la venia, naturalmente, de los sucesivos «Reyes Cristianísimos» y sus delegados en el Cuerno de Oro. No fue una «guerra religiosa» la librada contra el morisco granadino, y menos aún «racial», sino política, geo-estratégica.

Es esta situación geoestratégica la que, tanto en el serial como en el documental, aparecen completamente desdibujadas, cuando no ausentes, presentando la medida como un hecho aislado, absoluto, maniqueo, de puro «odio al otro» y del que España tiene que avergonzarse: España, culpable, tal es la sentencia en este juicio final.

Pues bien, desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española, nos negamos a entonar este mea culpa al que parece estamos condenados los españoles al contemplar la historia, no porque no haya nada que lamentar en ella, sino porque ese lamento tiene poco que ver con la historia. Pero además, en este caso, no hay nada que lamentar, y es que, así lo afirmó Marañón, precisamente a colación de la cuestión morisca, «el estudio imparcial de lo sucedido durante los ciento diecisiete años que duró el problema morisco da la impresión contraria: la impresión de un exceso de tolerancia, de generosidad, de celo evangélico, que se estrelló ante el espíritu de independencia del pueblo mahometano, excitado desde fuera con fines políticos por los países adversos a España. Con todos sus inevitables males y dolores, este pleito de los moriscos debe fallarse a favor del Estado español» (Gregorio Marañón, Expulsión y diáspora de los moriscos españoles, ed. Taurus, 2004, página 103).

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA