Se cumplen cinco años desde los brutales atentados del 11-M y tres desde que junto a la estación de Atocha se alza un gran monolito de cristal en recuerdo a las víctimas de la masacre, tiempo suficiente para acreditar la dudosa estética y conservación del monumento, así como la división de políticos e instituciones en los diferentes actos de homenaje.

GUILLERMO D. OLMO | MADRID

Se cumplen cinco años desde los brutales atentados del 11-M y tres desde que junto a la estación de Atocha se alza un gran monolito de cristal en recuerdo a las víctimas de la masacre, tiempo suficiente para acreditar la dudosa estética y conservación del monumento, así como la división de políticos e instituciones en los diferentes actos de homenaje.

Los celebrados ayer pusieron de manifiesto la falta de consenso en torno a un acontecimiento tan luctuoso. El PSOE de Madrid no se presentó al acto institucional organizado por la Comunidad de Madrid, las distintas asociaciones organizaron actos diferentes de homenaje y el Gobierno de Rodríguez Zapatero, directamente, optó por no organizar ningún acto oficial en recuerdo del que ha sido el más devastador ataque terrorista de la historia de España.

Parece que resulta imposible librar de la polémica las manifestaciones de solidaridad pública hacia las victimas del terrorismo en España. La estructura arquitectónica junto a la estación de Atocha es otro ejemplo. Obra del estudio de arquitectos Fascinante Aroma a Manzana (FAM), fue inaugurada en 2007 en un acto al que no faltó ninguno de los más altos representantes del Estado. Los reyes, los Príncipes, Zapatero, Rajoy, Gallardón…

Dos años después, el inmenso cilindro de vidrio forma ya parte del paisaje urbano de la ciudad y, a tenor de la encuesta callejera, realizada por ABC.es, su aspecto no dignifica la memoria de aquellos a los que está dedicada ni cuenta precisamente con la admiración popular.

El rechazo a la estructura es unánime

Además, la escultura ha conseguido poner de acuerdo a las diferentes asociaciones de víctimas, las mismas que difieren respecto a la resolución del proceso judicial sobre los ataques. Ángeles Pedraza, vicepresidenta de la AVT, afirma que «todas las víctimas estamos de acuerdo en que eso que pusieron es una falta de respeto, una ofensa, aparte de que está estropeado y no lo han arreglado». En idéntico sentido se ha manifestado Pilar Manjón, que la semana pasada denunció que el monumento «está sucio y huele mal». Manjón concluyó que «han conseguido que ese ya no sea nuestro monumento».

La escultura costó seis millones de euros y fue construida por el estudio arquitectónico Fresco Aroma a Manzana (FAM)

También Ángeles Domínguez, presidenta de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, es contundente en su rechazo a esta escultura: «Parece un cubito de hielo del revés y no se sabe muy bien a qué hace alusión. La gente lo ve y no sabe lo que recuerda. Además la ubicación está mal escogida».

Pedraza explica que «igual que ahora va a remodelarse la plaza de Colón y le va a costar un montón de dinero a los madrileños, podrían plantearse quitar eso que hicieron y dedicarle un buen homenaje a las víctimas».

Los arquitectos responsables del proyecto, Mauro Gil-Fournier, Raquel Buj, Pedro Colón de Carvajal, Miguel Jaenicke, Esaú Acosta y Raquel Buj, explicaron el día de la inauguración del monumento que sólo podía entenderse su significado desde el interior, que sólo así «puede apreciarse el aire y la atmósfera». Sea como sea, el caso es que nadie parece entender o ver con buenos ojos su obra, ni siquiera aquellos a los que está dedicada.

Pero la estructura arquitectónica no sólo es controvertida por su dudoso gusto, sino también por los constantes problemas técnicos que han ido aflorando en ella. La estructura sufre reiteradamente problemas de presurización que han hecho que la membrana interior que contiene mensajes de solidaridad con las víctimas, fabricada con un material derivado del teflón, se desinfle constantemente. También se han producido grietas en su parte superior.