La clase política española está incurriendo en una irresponsabilidad histórica.


La reforma del estatuto de autonomía de las Islas Baleares afronta sus trámites decisivos. El nuevo estatuto contempla, entre otras cosas, la definición de las Baleares como “nacionalidad histórica”, a pesar de que las islas, en toda su larga y rica historia, jamás han conformado nada que remotamente se parezca a una nación. La ofensiva incluye, como era de esperar, la reclamación económica de una supuesta “deuda histórica”. El presidente balear, Jaume Matas, ha justificado todo esto con un argumento rudimentario: “Una vez abierto el melón, todos deben tomar parte”. Frágil razonamiento que se desmorona cuando constatamos que no hay melón para todos.

Y es que ese es exactamente el problema: si Cataluña pide financiación equivalente a “su” PIB, si Andalucía exige fondos proporcionales con “su” población y Baleares añade una supuesta “deuda histórica”, y si todas las demás comunidades se atribuyen iguales derechos, no tardaremos en asistir al penoso espectáculo de unas oligarquías autonómicas liadas a navajazos (de momento, políticos) para repartirse la riqueza nacional… con completo olvido de la nación misma. La clase política española está incurriendo en una irresponsabilidad histórica.