Cualquier solución que implique otorgar siquiera un adarme de razón política a los terroristas, será una derrota de España y de los españoles.


Hasta hace pocos meses, el Gobierno aún podía pedir tiempo para que los españoles verificaran la viabilidad del llamado “proceso de paz” con ETA. Hoy ese crédito ya se ha acabado: tras dos años de Gobierno Zapatero, lo único que los españoles pueden ver es que el Estado baja la guardia y el mundo de ETA mantiene sus exigencias.

ETA ha dejado de matar, pero sigue rearmándose, sigue extorsionando, intensifica las acciones de terrorismo urbano, campa a sus anchas en la calle y sus presos se lanzan a la provocación generalizada. Mientras tanto, la policía ha dejado de detener terroristas, la Justicia parece dispuesta a hacer la vista gorda y los políticos socialistas y nacionalistas anuncian continuamente “escenarios de diálogo”. Esto sólo quiere decir una cosa: ETA va ganando, España va perdiendo.

¿Paz? Sí, por supuesto. Es decir: que ETA se disuelva, que entregue pública y oficialmente sus armas, que renuncie de manera expresa a la violencia y que los tribunales actúen con justicia. Cualquier solución que implique otorgar siquiera un adarme de razón política a los terroristas, será una derrota de España y de los españoles.